El hombre con bigote (4)
Yo estaba sentado en un banco del parque que tengo enfrente
de casa, leyendo el periódico y con mi perrita Pizca sobre mis piernas (Pizca
es pequeña y mimosa), cuando el hombre del bigote se sentó a mi lado. Parecía
desanimado. Se mantuvo en silencio durante un largo rato, hasta que dijo: “Esto
no tiene solución”. “¿A qué se refiere?”, pregunté. “A este país, claro”.
“Vaya, es usted pesimista”. “Sí”. Otro largo rato en silencio. Yo no me atreví
a preguntarle nada. Le observé: cabeza gacha, ojos entornados, gesto serio. “No
se coge al toro por los cuernos”, dijo al cabo, “y así no hay solución. Se
aprieta al ciudadano para recaudar más, pero no se recortan los grandes gastos.
Los ahorros que se abordan son nimios y nos afectan directamente. Pero, ojo, a
la casta política ni tocarla, ¿eh?”. “Van a reducir concejales y, dicen,
también diputados en algunas autonomías”, dije yo. “Sí, eso han dicho. Pero
parece que es lo único que van a hacer y no de manera inmediata”. Se calló. Y,
al rato, dijo: “Mi mujer dice que la
política es demasiado seria para que la lleven los políticos, y yo estoy de
acuerdo ¿Y usted?”. “Pues… sí, es cierto. De la política depende todo y los
políticos no están a la altura. Sólo piensan en ganar las siguientes elecciones…
Debe ser la erótica del poder lo que les atrae…”. “¿La erótica? Pornografía,
diría yo”. “Pues sí”. “Mire, déjeme que le resuma: estamos en crisis, en una
crisis galopante que dura ya cinco años largos. ¿Y qué se ha hecho? Nada.
Bueno, sí, gastar, despilfarrar. Pero no para crear nada, sino para destruir.
Casi seis millones de parados —¡menos mal que existe la economía sumergida, que
si no estaríamos en guerra!—, las pequeñas empresas y los autónomos, que son
los que crean empleo, asfixiados; se prometió que el IVA se pagaría cuando se
cobrara; se prometió que se obligaría a todos, Administración y empresas, a
pagar en menos de sesenta días; se prometió que habría crédito; se prometió que
se bonificaría la creación de puestos de trabajo; se prometió que bajarían las
cuotas de la Seguridad Social a los empresarios; se prometió no subir el IVA;
se prometió no subir el IRPF; se prometió que… ¿sigo?”. “No, no siga, que ya me
lo sé y serían más de 400 palabras”.
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