Bienvenido a este mi cuaderno de bitácora

Querido visitante: gracias por pasar por aquí y leerme.
Aquí encontrarás ligeros divertimentos y algunas confidencias personales, pocas.
A mí me sirve de entretenimiento y si a ti también te distrae, ¡estupendo!.
Si, además, dejas un comentario... ¡miel sobre hojuelas! Un abrazo,
Guarismo.

domingo, 23 de octubre de 2011

236. La espera, en 400 palabras (ciento sesenta).

La espera

Muchas veces lo comentamos mi mujer y yo: nuestra vida es una espera. Una espera eterna... supongo que como la vida de todo el mundo. Todo el mundo está siempre esperando algo, imagino.

Pero nosotros tenemos una sensación de espera continua. Así ha sido y es nuestra vida.

Primero esperas a casarte (no cuento las esperas previas: ser “mayor”, acabar la carrera, tener coche, echarte novia…). Luego decides tener niños y esperas a que ella se quede embarazada. Luego esperas que el embarazo vaya bien; y cuando el embarazo, por desgracia, no prospera, de nuevo a esperar. Luego vuelta a intentarlo y a la espera... Mientras, mil pruebas, mil análisis, hasta que dan con la tecla correcta.

Luego esperas al hijo. Llega. Tiempo de calma. Vas por el segundo y vuelves a esperar. Llega (al final, todo llega), tiempo de calma.

Cambios de trabajo, tiempos de incertidumbre y de espera, sobre todo de espera.

Luego los estudios de los hijos. Esperas un año y otro y otro... paciencia, que pronto acabarán el bachiller (o como se llame ahora) y la selectividad. Luego, tienen que decidir qué van a estudiar, y esperas. Luego, la carrera… mucha, mucha paciencia. Ya la acabarán. Más espera. Acaban, ¡enhorabuena! A buscar trabajo. Esperas. ¡Lo consiguen, bien! Confías en que les vaya bien.

Se casan. Fijan las bodas. Estás deseando que lleguen (a mí, las bodas me horrorizan, aunque sean las de mis hijos, aunque a ilusión no me gana nadie y hasta me emocioné). Esperas. Parece que no llegan nunca. Luego llegan y pasan en un santiamén.

Situación incierta en la empresa. Esperas. Y esperas. Al final pactas y te vas a la calle. Y queda esperar a la jubilación… ¡joder, que es la última etapa! Y esperas, aunque con cierto miedo.

Llegarán nietos (supongo, es ley de vida), pero hay que esperar. Esperaremos por ellos y, luego, por su futuro. Se repite la historia de los hijos (aunque supongo que será diferente) y, por tanto, vuelta a esperar.

Cuando nos jubilemos los dos, haremos cosas que aún no hemos podido hacer. Esperaremos. Más espera, pero esta vez sin mucha prisa, que el tiempo corre y corre en contra nuestra. Ahora ya se trata de disfrutar, no de esperar. Ya no puedes esperar nada… o no debes. Mejor, no esperes. Porque lo que hay que esperar es mejor que no llegue. Aunque llegará.

domingo, 16 de octubre de 2011

235. Más idioteces, en 400 palabras (ciento cincuenta y nueve).

Más idioteces

Fui al supermercado a comprar fruta y me traje fruta, cervezas, queso, vino, carne, empanadillas, canelones, unos calzoncillos, calcetines, fuet, pescado y espinacas. También me compré unas ruedas para el coche y un muñeco para la niña. Una pasta. Estoy escuchando música de Beethoven, que me encanta, pero el ruido de la calle me impide disfrutarla a tope; cerraré la ventana. Abajo está el afilador, que viene una vez al año. Me gusta su flauta; es inconfundible. La melodía, digo, que la flauta no la veo. Seguro que cuando decida bajar a que me afile unos cuchillos ya se ha ido, siempre me pasa lo mismo por tardar en decidirme. Lo de la Puerta del Sol empezó con mucho sentido, pero ha degenerado, ¿no? Aunque ahora viene el 15O, internacionalizado, tras aquel 15M. Vale. He abierto las ventanas de la cocina y del salón y estoy en plena corriente. Empiezo a estornudar sin remedio; cerraré el salón. Me ha dicho el médico que tengo la sangre espesa, las arterias estrechas y que deje de fumar. Vale, vale, vale. Cada vez me gusta más el metro y menos el coche. En el metro veo gente variopinta, que me entretiene. Y no falta algún guayabo al que admirar o mirar. Da gusto. Hoy comeré potaje que me ha dejado hecho mi mujer con unos garbanzos que no me dan gases. Exquisito. Ayer cené gazpacho que mi mujer hace mejor aún que el potaje, que ya es decir. Estoy leyendo una novela “gorda” que me gusta mucho, pero como leo al acostarme, sólo leo una página al día, si llega. Me durará eternamente, salvo que la lea en otro momento. ¿Por qué a las once de la noche me entra un sueño tremendo? Esta mañana me levanté con ganas de trabajar y luego se me ha ido el tiempo en idioteces. Menos mal que tenía ganas. La semana que viene me gustaría ir a la playa y olvidarme de todo. Para mí la playa y el sol, y la mar, son media vida. Allí revivo y soy otro. Pero no podré ir, qué mala suerte. Mi amigo el del pecé que tengo que arreglarle no contesta al teléfono. Mejor, así no se lo estropeo, aunque me quedo sin vino, qué pena. Me regala unos riojas exquisitos. He encendido y apagado hasta cuatro pitillos mientras escribo y me acuerdo del médico, ¡joder!

domingo, 9 de octubre de 2011

234. ¡Salvad la marisma de Carboneros!

¡Salvad la marisma de Carboneros!

Me uno al grupo. Ved el vídeo y juzgad por vosotros mismos. Quieren construir una autovía sobre la marisma.

http://www.youtube.com/watch?v=rLfZ6eLNv5s


El grupo en facebook es:

domingo, 2 de octubre de 2011

233. 3 semanas, casi 4, sin publicar.

Sin publicar

Sí, llevo tres semanas, cuatro con ésta, sin publicar. Me diré que un bache lo tiene cualquiera, a pesar de mi compromiso... Vendrán tiempos mejores, digo yo (y lo espero).