Bienvenido a este mi cuaderno de bitácora

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miércoles, 24 de septiembre de 2008

72. Dictando El Quijote a mi ordenador, en 400 palabras (cuarenta y siete).

Dictando El Quijote a mi ordenador

Como prometí, he dictado a mi máquina tonta las primeras 400 palabras del Quijote (más o menos) y éstas son las 400 palabras que ha entendido. Me he reído un buen rato releyéndolas, cierto que no tanto como cuando leí el original, allá por mis treinta años. Entonces entendí que la fama del Quijote no era en absoluto baladí, sino bien merecida, como todo el mundo debe saber. No he vuelto a reírme tanto leyendo ninguna novela. Pero mi máquina tonta, a todas luces, no la ha entendido. Veréis:

Capítulo uno: que tratado de la condición y ejercicio del famoso hidalgo Don Quijote de la mancha.

En un lugar de la mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, a la antigua, rocín flaco y galgo corredor. Uno haría de algo más vaca que carnero, salpicó aun las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los bienes, es algún palomino de añadidura los domingos, consumían lastres partes de su hacienda. El, que alzas de Bayona para las fiestas con supuestos pantuflas de lo mismo, los días de entre semana se honraba con su bella y te lo marginó. Tenía en su casa una dama que pasaban los cuarenta, y una sobrina que no llegaba 20, y en verso de vapor plaza, que así sea avaro cinco Guatemala podía. Prisa verdad honestidad lo conocí cuenta años, era complexión recia, sacó de carnes, dejó claro esto; drama donador y amiga la casa. Quieren decir que tenían sobrenombre de Quijano o quesada (que en esto hay alguna diferencia de los autores que en este caso escribir encierra paréntesis, aunque por conjeturas verosímiles se deja entender que se llama kijana; pero esto importa poco a nuestro cuento; basta que la narración del no se salgan. La verdad.

Es, pues de saber, que está sobre dicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso (que eran los más de los años) se daba a leer libros de caballerías con tanta afición mi gusto, que olvidó casi de todo. El ejercicio de la casa, y aun admitió estación de su hacienda; izquierda tanto su curiosidad sea desatino en esto, que vendió muchas maneras de tierra la sembradora, para comprar libros de caballerías entender; y así lleva a su casa todos cuantos todos pudo haber de ellos; y de todos o ninguno es parecían tan bien como los que compuso somos o Feliciano de silva: porque la claridad su prosa y aquellas indicaba razones suyas, le parecían de perlas; y más cuando llegaban en aquellos años y caso desafío donde muchas partes hallaba escritos: la razón de la sinrazón que mi razón se hace de tal manera muy razón en flaqueza, que Cardoso me quejo de la vuestra hermosura, y también cuando leía los altos cielos que demuestra divinidad divinamente con las estrellas y fortificar, sillas hace merecedora del merecimiento que merece la vuestra grandeza.

viernes, 19 de septiembre de 2008

71. La carretera, el camión y la rueda, en 400 palabras (cuarenta y seis).

(Verídico: ocurrió en diciembre de 2005, saliendo de Madrid camino de Cái; lo escribí entonces)

La carretera, el camión y la rueda

Tres y media de la tarde, más o menos. Día soleado en Madrid, aunque fresco. A4, dirección Cádiz, con la ilusión de un fin de semana largo en las playas de mi tierra. Vamos comentando mi mujer y yo las incidencias del día. Tráfico fluido. Delante de nuestro coche, un gran camión. Me perdí, hace unos meses, la desviación a la R4 cuando adelantaba a un camión que me tapó el cartel anunciador de la autopista (¡está tan bien señalizada…!). Más instintiva que conscientemente, decido no adelantar al gran camión que circulaba por delante; estaba ya a la altura del desvío, debí pensar. Cuando voy a cambiar al carril derecho para ponerme detrás del gran camión, veo, de repente, algo raro en una rueda: salta el tapacubos. Sin solución de continuidad, veo que la rueda, una rueda inmensa, se desprende del camión y bota en el centro del carril que mi coche estaba abandonando. Me la veo encima, aplastando mi coche; pero no, no fue así, afortunadamente. Tampoco me asusté, yo creo que no tuve tiempo; todo pasó en fracciones de segundo. Al botar la gran rueda, a unos escasos metros por delante, la llanta sale despedida. Sigo a una y a otra con rápidos movimientos de cabeza, supongo, y veo la gran rueda rodar (eso es lo suyo) hacia la izquierda y la llanta saltar sin control hacia la derecha. No sé qué teorema de la Física aplicar a este fenómeno, probablemente no lo hay. Compruebo con frialdad que la gran rueda queda apoyada en la mediana y la llanta en el arcén. El tapacubos no lo volví a ver. El camino queda expedito. El gran camión cede a su izquierda, pero el conductor, muy hábil, consigue enderezar la dirección y lo dirige hacia el arcén. Con alivio observo que la gran rueda desprendida es la del eje central de los tres ejes delanteros; si hubiera sido el primero de ellos el gran camión vuelca. Nuestro coche pasa sin problemas. Mi mujer, tan tranquila como yo (tampoco le dio tiempo a su miedo a manifestarse), observó toda la maniobra y me ayudó a aclarar algunos detalles que yo no tenía claros. “Vi todo con la boca abierta; no me lo podía creer”, me dijo. Lo comentamos y celebramos nuestra suerte. Probablemente, el pasado miércoles 7 de diciembre volvimos a nacer. Así fue.

jueves, 11 de septiembre de 2008

70. El reloj en el espejo, en 400 palabras (cuarenta y cinco).

El reloj en el espejo

Tengo en casa un reloj que veo por un espejo. El reloj es grande, con puntos en lugar de números; el fondo, blanco; las manecillas, azules y la manecilla del segundero, roja. El espejo es de una calidad sorprendente.

Me paso minutos contemplando cómo progresa el reloj en sentido contrario al habitual. En sentido contrario a las agujas del reloj. Es un fenómeno tonto, si queréis, pero llamativo. Tras minutos de observarlo… ¿cómo diría?, te asusta. Ves pasar el tiempo hacia atrás. Diez, nueve, ocho, siete… como no tiene horas, te las imaginas al revés… Ya soy cinco segundos más joven, me digo. Y sigo contemplándolo. Soy lo que era hace cinco minutos.

En este curioso proceso de observación intento seguir las manecillas y retroceder en el tiempo. Como una película proyectada al revés, rebobino y recuerdo el tiempo vivido. Me veo andando hacia atrás hacia el dormitorio, donde acabo de cambiarme de ropa al llegar del trabajo; me veo bajando las escaleras, con chaqueta y corbata, hacia atrás; observo cómo conduzco, hacia atrás también, sin inmutarme, con una destreza impensable.

Recorro el día al revés, pero el día de hoy no fue interesante… me fijo en el reloj al revés y lo fuerzo a retroceder las horas rápidamente, hasta situar mi tiempo en un día de agosto. Es de noche, me levanto de la cama, paso por la cocina, desordenando cosas, y me acerco al porche, con el tapete y las cartas en la mano. Me veo sentado anotando de derecha a izquierda los resultados de la partida (perdí yo). Esparzo las cartas por la mesa y luego las recojo una a una, curioso…

Me desplazo en mi tiempo al revés hasta la playa. Tumbado, siento cómo el sol me dora la piel, mientras miro cómo las gaviotas vuelan hacia atrás… me suena raro el rumor de las olas y cómo van y vienen, aunque reconozco cierta simetría… entro en la mar de espaldas y las olas me arrastran hacia dentro. Siento su frescor. Salgo seco del agua. Paseo de espaldas por la orilla, contemplando la mar, las olas, las gaviotas, la calita vacía… corro mis treinta minutos dando pasos hacia atrás…


Disfruto cada segundo que mi reloj en el espejo me permite retroceder, sintiendo la brisa de Poniente sobre mi cuerpo húmedo de sal, el rumor de las olas, el calor del sol…

domingo, 7 de septiembre de 2008

69.De nuevo, cuatrocientas palabras, en 400 palabras (cuarenta y cuatro).

De nuevo, cuatrocientas palabras, en 400 palabras.

A ver… se me agotan ya las 400 palabras de marras. Van cuarenta y tantas y mi imaginación no da tanto. Pero tengo, al menos, un par o tres de lectoras asiduas que me son fieles y buscan cada día (una me lo ha confesado) mis 400 palabras, bien para reírse, bien para pasar un rato, bien para ver cómo “describo el mundo en 400 palabras” (palabras textuales). Así que no me queda más remedio que seguir con mi serie. Lo que ocurre es que no sé de qué tema escribir…

Escribir sobre algún tema en 400 palabras tiene su gracia, o su atractivo. Es fácil, el procesador de textos ayuda a contar y luego eliminas una palabra aquí o allá, o añades unas cuantas acullá. Con la práctica, sé hasta dónde tengo que llegar en un documento del procesador de textos que utilizo y suelo parar cuando llevo entre 389 y 412 (máh o menoh). Entonces, cuento y añado o elimino, como decía.

Es fácil, insisto. Cierto es también que, a veces, me quedo con las ganas de desarrollar más ampliamente el tema y he de dejar cosas en el tintero. Eso me obliga a condensar, a resumir, que es algo bueno. Otras, en cambio, se me queda corto y he de meter relleno del malo. Me da rabia, pero soy obsesivo y no renuncio a que sean precisamente 400 palabras. Sí, soy obsesivo y siempre lo he sido; un poco cuadriculado y me cuesta desviarme. Otro día pondré un ejemplo que tiene que ver con el juego.

Escribir es bonito. Pienso en el tema mientras me fumo un pitillo, por ejemplo, en la puta calle en horas de oficina. Me hago una idea y, luego, en casa, la desarrollo, si es que me acuerdo. Pero no siempre es así, como me ocurre hoy. Me he sentado frente a mi máquina tonta con un documento en blanco y he pensado en mis fans, con mucho cariño: “no voy a defraudarlas”. Comencé a escribir sin saber qué ni sobre qué, sí para qué.

Me quedan cuarenta y nueve palabras, contando estas anteriores. ¡Bravo! He releído el texto y veo que he conseguido lo que los políticos: hablar (escribir, en este caso) sin decir absolutamente nada. ¡Y en cuatrocientas palabras! Me faltan trece. Terminaré diciendo: ¡soy un genio… que escribe sin decir nada!

lunes, 1 de septiembre de 2008

68. Mi ordenador y el dictado, en 400 palabras (cuarenta y tres).

Durante un rato perdido estas vacaciones me he dedicado a enseñar a escuchar a mi ordenador para que aprenda a escribir lo que le dicto. Es una función que viene con Windows Vista y que descubrí hace no mucho. Le hice un dictado para probar y, como veréis, hay frases que entiende y escribe perfectamente. Pero, en general, se le va la olla. Otro día probaré dictándole el Quijote. A ver qué os parece (he borrado algunas palabras para ajustarme a mis 400):


Mi ordenador y el dictado

Enseñado a mi ordenador a escribir lo que le dictó. Le he sometido a un duro proceso de entrenamientos para que entiendan verdad y la entonación quedó varias palabras. Es un ejercicio divertido, por lo que a ti si cartel como cabría esperar: resulta que la máquina es tonta como ya sabía y me entiende muy mal. El pero este estilo porque cuando le lo que has qué es lo que ha escrito o, que es lo que se hizo por el que ha entendido, río con ganas. La máquina es tonta pero divertida, podría decir. Como muestra, os dejo lo que el ordenador ha entendido escrito cuando le he dicho este papas.

Bueno, no está tan mal, antes Loaiza bastante peor y me he reído un buen rato pero habrá dado que me entiende algo mejor y ya no me hace reír tanto.

Empieza de nuevo. La verdad es que si la cojo el tranquillo es posible que consiga dictarle muy nueva novela en lugar de tener que teclear la. Diesel teclear la no teclear la. Acreedores el teclear la, todos juntos, y no teclear la. Dicho teclear la, junto, no teclear la. Nada. Ni caso. Teclear la. Admiración joder! Diesel dije, no diesel. Diesel. Nada. He tuvo que decir en tentador que él me entienda pero me parece imposible intentado que entienda. Casi lo consigo. Pero no del todo.


En lugar de escribir, es mucho más divertido intentar corregir una frase. Porque entonces se hace la pichón leído y de manera de entender té con ella. Me estoy riendo de lo que ha escrito o comparándolo con lo que ella o a las que el dictado. Le puedo dar ordenar, aun que no es fácil. Hay que prenderlos comandos. Entiende, y. Pero no puedo dictar le pe u ene te o porque escribe.

En cualquier caso es divertido, pero no aconsejo a nadie que utiliza este método si quiere escribir algo serio. Quedado que se tarda más en corregir que en escribir directamente con el teclado. Ks es que es la última frase. Repito casi es que el día en esquina más bien ella está intentando que el ira de manera eliminar. La frase de haberla está algo mejor porque corregido. Nevada y a comer porque es todo suena a broma. El querido decir nada de Vadillo no nevada. Desactivar micrófono. Desactivar. Nada.