Bienvenido a este mi cuaderno de bitácora

Querido visitante: gracias por pasar por aquí y leerme.
Aquí encontrarás ligeros divertimentos y algunas confidencias personales, pocas.
A mí me sirve de entretenimiento y si a ti también te distrae, ¡estupendo!.
Si, además, dejas un comentario... ¡miel sobre hojuelas! Un abrazo,
Guarismo.

domingo, 30 de mayo de 2010

166. Mudanza, en 400 palabras (ciento ocho).

Mudanza

“En tiempos de tribulación, no hacer mudanza”, dijo el santo. Pero en mi empresa, no: en tiempos de crisis se hace mudanza y, precisamente, por eso: por la crisis. Nos bajamos cinco pisos en el mismo edificio: algo más de la mitad de espacio por algo menos de la mitad del precio.

La encargamos a una empresa especializada. “A las 08,30 el viernes”.

Las nueve, las nueve y cuarto, las nueve y media: nada. Aparecen a las diez.

Incidente 1

—Disculpen, zeñores, pero el gepeeze eze nos zeñaló mal la caye.
El que me hablaba era de Cái, de Coní, para ser más exactos.
—Ya les advertí que la calle no estaba bien en los mapas... bueno, empecemos.
—No hemoh traío el camión, como eh en el mihmo edificio...
—Claro, claro.
—Pero tengo que aparcá la furgoneta y no hay zitio en la caye.
—Vale, pasen al garaje, yo les abro.
Y pasan.
Primer incidente: la baca de la furgoneta se estampana contra la barra de seguridad del garaje y destroza el techo.
—¡Joé! ¿Cá pazao?
—Pues que no han visto la señal de gálibo y se han chocado con la barra.
—¡Joé! ¿Y cómo ze lo cuento yo a mi hefe ahora, pisha?
—Bueno, tendrán seguro, ¿no?
—Me zupongo que zí.
—Pues, vamos, a trabajar —le dije algo nervioso ya por la hora—. Aparque al lado de ese coche azul... ¡vaya más despacio!

Incidente 2

—¡Pero, hombre, mire lo que ha hecho! ¡Me ha arañado todo el lateral!
—¡Ojú! Uhté perdone, lah prizah...

Incidente 3

—Tengan cuidado con ese armario, que está desvencijado.
—No ze preocupe, tío. ¡Manué, tráeme la cinta de pegá y doh mantah!
Al separarlo de la pared para poner las mantas y la cinta, el armario se descuajeringa, los laterales se abren y caen por los lados, las puertas hacia delante y las baldas, al caer, esparcen todo el material de oficina por el suelo.
—¡Pero, hombre! ¿No le había dicho que...?
—Udté no ze enfade, quezto lo arreglo yo en un periquete...

Incidente 4.

—Cuidado con ese cuadro. Pesa mucho y tiene cristal.
—¡Manué, éshame una mano!
—¡Ojú, cómo peza! Azín no, Manué, que lo vah a rompé...!
¡Crac!
—¡Pero, hombre! ¿No le había dicho que...?
—Bueno, lo pagará el zeguro, ¿no?

Incidente 5, y 6 y 7... hasta 20.

Ya lo dijo el santo: “En tiempos de tribulación, no hacer mudanza”.



domingo, 23 de mayo de 2010

165. 400 palabras, en 400 palabras (ciento siete).

400 palabras

Escribir en 400 palabras, creo que ya lo dije, se me ha convertido en una especie de obsesión insuperable. ¡Hasta los haikus que publico aquí lo hago contando las palabras y ajustándolos a cuatrocientas! No es fácil, por cierto. Cuarenta y tantos versos de cinco y siete sílabas y en 400 palabras. Más que haiukus parecen sudokus… Es divertido.

Mis 400 palabras se refieren pocas veces a hechos reales; la mayoría son ficticios e inventados sobre la marcha, como los diálogos, aunque no niego un cierto poso de verdad en algunas. Pero, en definitiva, es escribir por escribir, por puro placer, aunque sometido a una cierta disciplina. A veces, me atasco y no me sale ningún relato, ni en 400 ni en veinte palabras. Otras, con la mente y el papel —o la pantalla— en blanco, me pongo a ello, como ahora, y escribo. Escribo idioteces u obviedades, pero escribo. Hoy, por ejemplo, ya he escrito tres.

Como creo que también dije ya en otra entrada de esta bitácora, y en 400 palabras, faltaría más, mis 400 palabras tienen una ventaja. Se leen en noventa segundos, sesenta si corres o ciento veinte si te entretienes. Nunca en más. O sea, que hago perder muy pocos minutos, hasta dos como mucho, a mis lectores. Y eso me tranquiliza; sobre todo si lo que escribo es un bodrio. Lo bueno, si breve, dos veces bueno, ya es sabido; pero lo malo, si breve, mucho mejor.

Cierto que en 400 palabras poco se puede decir y hay temas que exigen más. Entonces condenso, tacho, elimino y lo reduzco a 400 palabras, aun dejándome cosas y ganas en el tintero —o en el teclado—. Claro que otras veces ya he escrito lo que quería y siento la obligación de alargarlo hasta las 400 palabras. Es siempre una situación delicada: ¿qué digo, si ya lo dije? —¿qué escribo si ya lo escribí?—, ¿cómo alargo esto si ya está escrito todo?, ¿qué historias invento ahora para cumplir con mi obsesión? Bueno, debe notarse lo que es paja, pero yo siempre pienso, refiriéndome a esto, que la estupidez humana no tiene límites y yo he de cumplir con la parte alícuota que me corresponde. Sé que me toca y he de aceptarlo. Por ejemplo, me quedan dieciséis palabras por escribir. Ahora sólo diez. Cuando escriba éstas me faltarán sólo tres. ¡Qué estupidez!, ¿no?

viernes, 14 de mayo de 2010

164. No sigas por ahí, en 400 palabras (ciento seis).

—No sigas por ahí, eso no conduce a nada.
—¡Que te lo crees tú! Ese camino es el bueno.
—Yo creo que no.
—Te equivocas.
—Mira, la prudencia dicta que no debemos aventurarnos sin estar seguros. Y ni tú ni yo lo estamos.
—Yo casi lo estoy.
—Pero no del todo.
—Bueno, pero merece la pena correr el riesgo.
—Mide las consecuencias.
—Ya lo hago y creo que debemos hacerlo.
—¿Y adónde nos llevará?
—No lo sé, precisamente se trata de averiguarlo.
—Es como caer en el vacío, tengo esa sensación.
—Pues yo, no. Además, creo que es la única alternativa que tenemos.
—Hay otra.
—¿Cuál?
—No abordarlo.
—Ya, pero entonces no solucionamos nada.
—Quizá sea mejor.
—Yo creo que no. Esto hay que aclararlo.
—Nos conocemos y los dos sabemos que no es el mejor camino.
—Hazme caso. Si lo hacemos, nos quedaremos tranquilos.
—O saltará todo por los aires.
—No, no lo creo.
—Te veo con mucha seguridad, pero no depende sólo de ti.
—Ya lo sé, depende de los dos, y cuento contigo.
—No lo sé. A lo mejor, si tomamos ese camino... yo creo que es mejor dejarlo como está.
—Yo no opino así. Ya sé que no estamos de acuerdo pero, si no tomamos la decisión, lo que estamos haciendo es trasladar un tema serio a una discusión estúpida.
—Ésta no es una discusión estúpida, estoy tratando de evitar problemas.
—Las cosas hay que aclararlas, si no, saltan cualquier día y con más virulencia.
—Ésa será tu forma de pensar, la mía es la contraria: lo mejor es dejarlo pasar y así no discutimos.
—Pero estamos discutiendo ya.
—Sí, pero sobre un tema sin importancia, no sobre el problema real.
—Lo que es absolutamente estúpido.
—Al revés, discutimos sobre esto, nos desfogamos, y olvidamos la discusión gorda.
—¡Ah! con que iba a ser una discusión gorda, ¿no? ¿Esas tenemos?
—Bueno, no te pongas así, pero sabes que es muy probable que discutamos a brazo partido.
—A lo mejor, no. Sólo se trata de aclarar el tema, no tenemos por qué discutir.
—¡Vamos ya! Si estamos discutiendo por esto, imagínate lo que discutiríamos por el tema que nos ocupa.
—No nos ocupa todavía.
—Mejor.
—¿Mejor?
—Sí, es obvio. Tal y como te pones terminaríamos fatal y yo no quiero eso.
—Yo tampoco, pero necesito aclarar el tema, no puedo más.
—¿Y si lo dejamos ya?
—¡No!

sábado, 8 de mayo de 2010

163. Hoy estoy de buen humor, en 400 palabras (ciento cinco).

Esto lo escribí el jueves pasado. Lo publico hoy, sábado.

Hoy estoy de buen humor

Me he levantado siete minutos más tarde de mi hora habitual —reconozco que me quedé dormido—. Esos minutos me supieron a gloria y quizá sean los responsables de mi buen humor. Me levanté descansado, con la sonrisa en la boca y el ánimo alto (sólo el ánimo, no se me entienda mal).

He desayunado como siempre, naranja, plátano y café (las galletas con mantequilla las he dejado por un tiempo: he de quitarme unos cientos gramos de la barriga, que me aprietan los pantalones y no es momento de comprar otros).

Ayer hice ejercicio: jugué al squash y gané por 3 a 1 contra un contrario peleón, que se cabreó mucho. Pero, debe reconocerlo, hice un partidazo levantando un primer set, que perdí. Quizá ésa es otra razón para estar de buen humor. Me sienta bien el ejercicio físico y ganar me sienta aún mejor.

En el trabajo me espera un día sin aliciente alguno, ¡que le voy a hacer!, es lo malo del día. Cada vez me da más pereza, pero es lo que hay. Y afortunados somos los que tenemos trabajo.

Aunque no venga a cuento, o sí, hay frases que circulan por la Red que quizás me han animado. No me resisto a copiar algunas, hoy que estoy de buen humor. Por ejemplo:

“Tu trabajo no te cuidará cuando estés enfermo. Tus amigos y familia sí. Mantente en contacto”. Cierto, pero, además, hay que trabajar.
“Cuando se trata de chocolate, la resistencia es inútil”. Me apunto; me chifla el chocolate.

“La vida no es justa, pero aún así es buena”. Sí, aún así. Pero a veces la vida comete injusticias incomprensibles y salvajes. No es justa, no. Pero es lo que hay.“No tienes que ganar cada discusión. Debes estar de acuerdo en no estar de acuerdo”. Sabia frase. Todos deberíamos ser algo más humildes.

“Sé excéntrico ahora. No esperes a ser viejo para serlo”. Debería serlo más, aunque me dé vergüenza. Reconozco que serlo de vez en cuando me produce un placer delicioso.

“Nadie es responsable de tu felicidad, sólo tú”. Es posible que sea así, aunque haya gente que se empeñe en lo contrario.

“Lo que las otras personas piensen de ti, no te incumbe”. Aunque uno anda pensando siempre qué pensarán los demás...

Hay más, pero con éstas me vale, hoy que estoy de buen humor. Intentaré aplicármelas.