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domingo, 7 de octubre de 2012

288. El energúmeno (2), en 400 palabras (doscientas dos).

El energúmeno (2)

Yo estaba sentado en un banco del parque que tengo enfrente de casa, leyendo el periódico y con mi perrita Pizca sobre mis piernas (Pizca es pequeña y mimosa), cuando el energúmeno del otro día se sentó de nuevo a mi lado. “¿Passa, colega?”. “¡Vaya! Vienes sin la música y sin la hamburguesa!”. “Sí. Es que el otro día me pasé. Me había fumado un porro, ya sabes, y todo me daba igual. Mis disculpas, viejo”. “Gracias, pero no soy viejo”. “Bueno, más que yo, sí”. “Sí, claro”. “¿Se enfadó mucho tu mujer?”. “¿Por?”. “Por la camisa”. “¡Ah! No, no, el que pone la lavadora soy yo. Si no se lo cuento, ni se entera”. “¿Y la calva?”. “Me tuve que duchar”. “Ya, lo siento, pero me pareció tentadora”. “¿Te gustan los hombres?”. “¡Qué va, tío! Pero allí, agachado, la calva tan reluciente… no me corté”. “Ya. ¿Y hoy no te has fumado un porro?”. “No. Si yo no suelo fumar, es que aquél día mi tronca me dio plantón por otro y yo me consolé con eso. Y con dos cervezas… pues, ya viste, estaba en una nube”. “Ya, ya vi, sí”. “Pero yo soy serio de natural. Y no creas que soy un vago, que trabajo y estudio”. “Eso está muy bien. ¿En qué trabajas, qué estudias?”. “Trabajo en artes gráficas y estoy aprendiendo informática para progresar. Hoy todo se hace con el ordenata. No veas cómo retoco las fotos. Si me das una de tu calva te la quito en un pis-pas”. “Sí, supongo, pero como no me la veo no me importa mi calva”. “Era un suponer. Verás, te voy a hacer una foto con el móvil y mañana te la traigo retocada sin barba, ya verás qué joven pareces”. “Bueno, entonces no podrás llamarme viejo”. “Te llamaré colega”. “Vale”. “Oye, no te enfadarías el otro día, ¿no? Te fuiste con muy mala cara”. “Sí, sí me enfadé, me pareció que eras un energúmeno. Pero no quise enfrentarme y opté por irme, después de que me mancharas la cara y la camisa y me besaras la calva”. “Fue lo mejor. Si te hubieras resistido habríamos tenido bronca. Luego la tuve con otro, que quería que bajara la radio”. “Es que la pusiste a un volumen insoportable”. “Sí. Cuando me despejé me di cuenta y la apagué”. “¿Y tu tronca?”. “¡Ah! Nada, ya volvió”.

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