Bienvenido a este mi cuaderno de bitácora

Querido visitante: gracias por pasar por aquí y leerme.
Aquí encontrarás ligeros divertimentos y algunas confidencias personales, pocas.
A mí me sirve de entretenimiento y si a ti también te distrae, ¡estupendo!.
Si, además, dejas un comentario... ¡miel sobre hojuelas! Un abrazo,
Guarismo.

lunes, 29 de junio de 2009

117. Hola, en 400 palabras (setenta y ocho).

—¡Hola!
—…
—Bien, ¿y tú?
—…
—Qué parco eres, hijo, para eso no te llamo.
—…
—Sólo te preguntaba que qué tal tú. No es para que te pongas así.
—…
—¡Bueno…! Vaya humor que tenemos hoy…
—…
—Ya lo sé, es cierto que estoy un tanto susceptible, pero lo tuyo es exagerado.
—…
—Venga, de acuerdo. Empecemos otra vez.
—¡Hola!
—…
—Muy bien, ¿y tú?
—…
—¿Lo ves? Esto ya es otra cosa. ¿Qué tal tu día?
—…
—El mío regular, pero contenta. He tenido muchísimo trabajo hasta ahora, pero todo me ha salido bien.
—…
—Gracias. Por eso te llamo, para contártelo y porque tengo un ratito.
—…
—Ya, ya sé que estás liado, pero podemos hablar un rato, ¿no?
—…
—Te entretengo poco, ya verás.
—…
—Es que… te echo de menos.
—…
—No, no te preocupes, no me oye nadie.
—…
—Había pensado que esta tarde…
—…
—¿Qué llegarás tarde? Vaya, ¡qué pena!
—…
—Porque te iba a proponer algo distinto…
—…
—Pues, hijo, si te pones así se me quitan las ganas.
—…
—Pues las ganas… las ganas de contártelo… y de hacerlo.
—…
—¡Que no me oye nadie! Estoy sola, ¿y tú?
—…
—¡Ah! Pues disimula ¿no? A mí no me oyen.
—…
—Vale, pues sigo.
—…
—No te enfades y escúchame.
—…
—Me estoy controlando.
—…
—Es que… te quiero mucho.
—…
—No será momento para ti, pero para mí sí lo es.
—…
—Y te iba a proponer… ¿tienes tiempo?
—…
—Pues te iba a proponer que llegáramos pronto a casa, antes de que aparezcan los niños y…
—…
—Hoy los niños tiene extraescolares. No vuelven hasta las ocho.
—…
—¿Que no puedes? Seguro que sí, cuéntale una milonga a tu jefe y te dejará.
—…
—¡Jo, eso lo puedes hacer mañana!
—…
—Ya veo lo que me quieres.
—…
—Creo que hace años que no te lo pido.
—…
—Ya, lo entiendo, es importante… pero aún no conoces mi propuesta.
—…
—¿Qué no puedes seguir hablando?
—…
—Bueno, dime si vas a poder o no estar en casa a las cinco.
—…
—¿Que no sabes?
—…
—Descolgaremos el teléfono.
—…
—Y apagaremos los móviles y echaremos la gitana.
—…
—Pero…
—…
—Vale, espero.

—…
—¿Que no puedes?
—…
—¿Que es más importante tu trabajo?
—…
—¿Cómo que no?
—…
—No me quieres nada.
—…
—¡Que te vayas a la…!
—…
—¿Qué no te diga qué?
—…
—Estoy en mi derecho
—…
—No estoy de acuerdo. Eres un borde.
—…
—Mañana no me apetecerá. Me dolerá la cabeza.
—…
—Mira, te espero a las cinco. Si no llegas, no se te ocurra ni ir por casa.
—…
—No. A ninguna hora.
—…
—Y mañana tampoco.

viernes, 26 de junio de 2009

116. La torre de Babel o la estupidez supina de nuestros políticos, en 400 palabras (setenta y siete).

La torre de Babel o la estupidez supina de nuestros políticos

No me lo puedo creer. No quería hablar de política en esta bitácora —ya lo dije en otra ocasión—, pero lo que acabo de leer me parece tal disparate que no me resisto. Resulta que el Sr. Chaves, nada menos que vicepresidente tercero del Gobierno de Ehpaña, necesita de siete intérpretes para negociar en el Senado con los representantes autonómicos. Dice la prensa que dos para el catalán, dos para el vasco, dos para el gallego y uno para el valenciano (¿por qué discriminan al valenciano?). Traducción simultánea. Debe ser que no tienen una lengua común y que algunos no entienden el castellano. ¡Qué disparate!

Yo más bien creo que los intérpretes deben servir, sobre todo, para traducir el andalú disléxico de D. Manuel Chaves, y tratar de vestir sus palabras huecas… que así deben ser cuando he leído, por otro lado, que el presidente Rodríguez le ha quitado la competencia de negociar la financiación territorial y que sólo va a hablar — o a intentarlo— sobre las políticas generales de su departamento.

En cualquier caso, y hable de lo que hable, ¿para qué diablos necesita de siete intérpretes? ¿Es que estamos locos? ¿Es que somos estúpidos? ¿O es que nos falta una mínima dosis de sentido común? Parece un mal chiste o una tomadura de pelo a los ciudadanos (perdón, a los ciudadanos y ciudadanas) de este país. Vaya por delante que me parece muy bien que se respeten las lenguas propias de cada región. Que se hablen y que se promuevan. Pero que se lleve al ridículo extremo de que se tengan que usar en una mesa de negociación (más o menos) con traducción simultánea, cuando existe una lengua común, es lo más absurdo que he visto en mi vida. Así no me extraña que no pueda haber acuerdo entre las autonomías.

La estupidez de nuestros políticos no tiene límite, ni parangón posible con nada. Puedo aceptar que en un discurso institucional en el Senado, cada representante autonómico hable en su lengua propia, cooficial. Es una forma de reconocer formalmente las diversas lenguas, especialmente cuando el Senado parece tender a convertirse en la Cámara de las Autonomías, aunque todavía no con la requerida definición. Pero en una negociación… ¿a quién se le ocurre?

Creo que estos nuestros políticos se han vuelto chavetas. Es la torre de Babel.

jueves, 18 de junio de 2009

115. Envidia, en 400 palabras (setenta y seis).

Envidia

Siento envidia, supongo que de la buena porque no quiero hacer mal a nadie. Siento envidia de muchos y de muchas cosas. Por ejemplo, siento envidia de nuestros políticos, que de vez en cuando dicen frases lapidarias que quedan para el recuerdo, como la de “los brotes verdes” de una ministra, los “miembros y miembras” de otra o las “coincidencias planetarias” de una joven política, o lo de “jóvenes y jóvenas” de otra, no tan joven ya. Ahí quedan. Son frases para no olvidar. Yo tenía un amigo que una noche, ante no sé qué acontecimiento, dijo “estoy obnubilado”; y lo dijo solemnemente, con la consiguiente carcajada general. Pero la frase se recuerda.

En cambio yo creo que no he dicho ni escrito una frase lapidaria en mi vida. Y eso lo envidio. No se me ocurre ninguna como a Churchill o a Groucho Marx, que se les ocurrían a cientos. Los envidio, sí.

Envidio también a Ana, a Jenny, a Marina, a Carolina y a Noelia (podría citar una larga lista), compañeras de bitácoras casi anónimas —bueno, ya casi nos conocemos— por lo bien que escriben. Es una auténtica delicia leerlas. No importa que escriban de hechos reales o de historias inventadas, que siempre lo hacen con un estilo que da envidia. Cada una a su manera, pero rozando la perfección.

Yo, en cambio, he de conformarme con escribir de vez en cuando unas 400 palabras con poco ingenio y cuyo fin, finalmente, es escribir pasándomelo bien un rato, que no sé si para entretener a otros; seguramente no, aunque algún piropo que recibí me halagó en exceso. ¿Para quién o para qué escribe uno? No lo tengo claro. Unos, que saben hacerlo bien y luego venden, lo harán por la fama y el dinero. Otros lo haremos para los amigos más próximos, algunos anónimos o desconocidos, y lo publicamos en la Red. Otros, por el puro placer de escribir, no importa las consecuencias. Yo creo que casi todos lo hacemos por placer. Por ese placer íntimo que proporciona toda (buena) obra a su autor. La creatividad es placentera, sin duda (yo, que trabajo en Informática, siempre defendí que lo más bonito de este oficio es programar, por lo que de creativo tiene; lástima que hace años ya que no lo hago).

También envidio a quien es capaz de escribir una novela, publicarla y tener éxito. ¡Qué envidia!

miércoles, 10 de junio de 2009

114. Bendita rutina, en 400 palabras (setenta y cinco).

Bendita rutina

Salí pronto de casa aquella mañana, quizá algo más de media hora de la hora acostumbrada. Yo soy un animal de costumbres: de lunes a viernes siempre me levanto a la misma hora y siempre salgo de casa cuando las manecillas marcan las 7:55. Siempre. Bueno, algún día unos minutos antes o después, tampoco voy a engañarme.

Pero aquella mañana eran las 7:25. Me encontré raro sin coincidir con mis vecinos de todos los días, “Hola”, “Hola”, “¿Qué tal, cómo estás?”, “Bien, ¿y tú?”; ni con esa chiquilla que, al ir al colegio, esperaba a su novio en el semáforo y, cuando él llegaba, se morreaban un poquito para empezar la mañana; ni con el simpático barrendero con su carro, “¡Hasta luego!”, “¡Hasta luego!”; ni con la viuda paseando a su perro, “Buenos días”, “Buenos días”; ni a esa chica tan guapa que salía del portal de enfrente a la misma hora que yo todos los días; ni con el autobús que conducía una conductora rubia. Sí, todos ellos eran tan puntuales como yo, todos los días. Por eso aquella mañana me encontré algo desorientado. Miré a todos lados como buscándolos y vi algunos personajes nuevos, pero no me llamaron la atención en absoluto. Nadie destacaba. Estaba amaneciendo y se apagaban las farolas, ¡qué casualidad!, justo cuando salía de casa; ése fue el único hecho relevante.

Arranqué el coche y me dirigí a la oficina, como todos los días. El atasco era menor, algo gané. Ya conduciendo, me pregunté que por qué aquella mañana había salido de casa antes que nunca. Eché de menos los encuentros acostumbrados que, aunque efímeros, formaban parte del ritual diario. Aquella mañana no pude ver a esa chica tan guapa que salía del portal de enfrente a la misma hora que yo todos los días. Me perdí cómo iría vestida y no pude disfrutar fugazmente de su belleza. A ella no la saludaba, no tenía confianza, sólo la miraba. Ella lo sabía, porque creo que, cuando la miraba, se contoneaba con coquetería.

Me respondí que no había ninguna razón especial para haber salido antes aquella mañana; simplemente, me desperté más temprano y seguí con mi rutina. Sentía un cierto vacío interior y a punto estuve de dar la vuelta, aparcar el coche, subir y bajar de nuevo a las 7:55. Pero no lo hice. Me habría sentido ridículo repitiendo la salida de casa.

domingo, 7 de junio de 2009

113. Más sobre los números primos (dos), en 400 palabras (setenta y cuatro).

Más sobre los números primos

Es apasionante el universo matemático de los números primos. Son los átomos o ladrillos de los números naturales, como ya expliqué en mi entrada “58. Los números primos”.

En cierta manera es un universo no del todo accesible todavía. Hay infinitos números primos, sí, ya lo demostró Euclides en el año 300 a. C., más o menos. Pero a pesar de sus trabajos y los de Euler, Goldbach, Mersenne, Gauss, Riemann y tantísimos otros, todavía hay grandes incógnitas sobre estos números tan básicos. Por ejemplo, aún no se han demostrado las siguientes afirmaciones:

· Todo número par mayor que 2 es suma de dos números primos. (Conjetura de Goldbach).


· Existen infinitos pares de números primos gemelos (dos números primos son gemelos si su diferencia es 2; por ejemplo: 17 y 19).

· Existen infinitos números primos de Mersenne (un número primo de Mersenne es de la forma 2**p – 1, donde p es un número primo.

· Existen infinitos números primos de la forma n**2 + 1.

· La sucesión de Fibonacci (ver mi entrada “14. El número phi”) contiene infinitos números primos.

· Siempre existe un primo entre n**2 y (n+1)**2.

Parece que la hipótesis de Riemann, que tiene que ver con el teorema de los números primos, que aproxima el número de números primos inferior a un número dado, está a punto de demostrarse. Hay muchos teoremas demostrados que se basan en que la hipótesis de Riemann es verdadera. No sé qué pasaría si se demuestra que es falsa… La conjetura de Riemann afirma que “la parte real de todo cero no trivial de la función zeta de Riemann es ½”. No voy a entrar a definir la función zeta de Riemann, se saldría del ámbito de estas 400 palabras, pero sí decir que con los ordenadores actuales se ha demostrado empíricamente que la parte real de los primeros billones de ceros no triviales de esa función es ½. Lo que no demuestra que la conjetura sea cierta; hay que demostrarla; se demostraría que la hipótesis es falsa si se encuentra un contraejemplo, pero aún no lo ha encontrado nadie.

Como curiosidad: a fecha de hoy, el mayor número primo conocido es el 45º número primo de Mersenne, cuyo valor es 2**43.112.609-1 y tiene nada menos que 12.978.189 dígitos. ¿Os lo imagináis? Fue descubierto en agosto de 2008 en la Universidad de California (UCLA), utilizando el programa GIMPS.


Nota: ** = elevado a