Bienvenido a este mi cuaderno de bitácora

Querido visitante: gracias por pasar por aquí y leerme.
Aquí encontrarás ligeros divertimentos y algunas confidencias personales, pocas.
A mí me sirve de entretenimiento y si a ti también te distrae, ¡estupendo!.
Si, además, dejas un comentario... ¡miel sobre hojuelas! Un abrazo,
Guarismo.

miércoles, 31 de diciembre de 2008

90. Se acerca ya el fin de 2008, en 400 palabras (cincuenta y nueve).

Se acerca ya el fin de 2008…

Pero va a comenzar 2009 y uno no sabe qué es peor. Los augurios no son nada halagüeños. Vamos, que son un desastre; que si en 2008 hemos sufrido una crisis ¿qué crisis? ésta ha sido un juego de niños comparado con lo que nos espera.

Si recordáis, en éste nuestro amado país negábamos allá por septiembre, incluso en octubre, que hubiera crisis, que nuestro mundo financiero era el más fuerte del mundo, que nuestra economía era de las más sólidas, que aquí no había hipotecas subprime, que era una crisis internacional que a ¡Ehpaña, Ehpaña! afectaría poco, que el índice de morosos estaba por debajo de la señal de alarma, que seguíamos creciendo, que sería una crisis ¿qué crisis? pasajera, que… hasta que nos dimos de bruces con casi 200.000 parados de golpe, y luego otros casi 200.000… y se esperan casi 300.000 en diciembre. Mientras, los autónomos (a los de las de autonomías de esta nación me refiero), despilfarrando en viajes, coches tuneados, despachos y no sé cuántas cosas más… Pero, ya se sabe, es que el dinero público no es de nadie. Lo dijo nada menos que una ministra del gobierno de ¡Ehpaña, Ehpaña!, que en paz descanse (la ministra de su ministerio, digo).

No hay crisis ¿qué crisis? y, casi, ni se le espera. Ya estamos en recesión, ¡cosa más rara! La culpa la tienen los bancos americanos que insistieron en conceder hipotecas a los negros sin recursos. O sea, que como la culpa no es nuestra, no lo es tampoco que sumemos 700.000 parados en tres meses (no creo, sinceramente, que el parado opine igual).

Todo esto venía a cuento de que termina 2008 y empieza 2009, y yo iba a decir (a escribir) otras cosas: iba a decir que esta nochevieja me he prometido no romper un plato, ni tirar el salmón con alcaparras al suelo y, mucho menos, coger la bolsa de los langostinos y tirarla en la basura del garaje (podéis leer aquí lo que hice en una nochevieja anterior). Este año me he reformado: es obvio que no ayudaré a mi mujer a preparar los aperitivos, ni pondré la mesa, ni la recogeré. Me limitaré a cenar, tomar las uvas y felicitar a todos el nuevo año. Si habéis leído esto, lo entenderéis.

Pues lo dicho: a todos mis lectores, ¡FELIZ 2009!, con permiso.

martes, 23 de diciembre de 2008

89. Me gustaría volar como la gaviota...

Me gustaría volar como la gaviota,

con su vuelo pacífico

a merced del viento;

con su vuelo fuerte,

contra el viento.

Me gustaría volar como la gaviota

sobre las olas del mar,

o meciéndome en ellas

mientras busco alimento.

Me gustaría levantar el vuelo

y volar como la gaviota,

y contemplar el mundo desde arriba,

sin involucrarme.
Me gustaría volar como la gaviota

y sobrevolar en silencio

las playas de mi Cái,

desde lo alto.
Me gustaría volar como la gaviota

y contemplar el mundo

con sus ojos achinados…

¿qué vería?
Me gustaría levantar el vuelo

y reírme del mundo

y volar sin rumbo fijo,

como la gaviota.

Me gustaría volar como la gaviota,

dejándome llevar

con las alas desplegadas

por el viento de Levante.

Me gustaría volar como la gaviota,

ahora al Sur,

ahora al Norte,

ahora adonde me diera la gana.

Me gustaría levantar el vuelo

e imitar a la gaviota

en su vuelo majestuoso,

libre.

Me gustaría levantar el vuelo

y ser gaviota.


jueves, 18 de diciembre de 2008

88. Hoy me pica el gusanillo de escribir, en 400 palabras (cincuenta y ocho).

Hoy me pica el gusanillo de escribir

Aún no sé sobre qué, pero lo haré sobre algo. De hecho, venía a casa con la decidida intención de seguir con mi cuarta obra, un cuento, del que ya llevo escritas unas cincuenta páginas. Mal escritas todavía, porque aún sólo las releí una vez, pero que van tomando forma. Es un cuento fantástico (fantástico de fantasía, no magnífico ni excelente, como reza el DRAE en la cuarta acepción; ya quisiera). Venía, sí, con esa intención pero los dioses no estaban hoy conmigo; aunque sí las musas. Llegué tarde a casa por culpa del maldito atasco de casi todos los días, más en estas pre-fiestas; tuve que charlar con mi mujer, cambiando las impresiones del día (lo de tuve no va en tono de obligación, ni mucho menos); tuve que escuchar a mi hijo y hablar con él, que me estaba esperando de visita (lo de tuve, como antes); tuve que sacar a mi perro, Golfo, en el paseo diario de las ocho y media, que es cuando mi mujer y yo realmente podemos hablar sin interrupciones (hoy había temas de sobra) y nos encontramos con mi futura nuera; a la vuelta, la cena, cháchara con mi hija. Luego, más con mi hija, preparando su viaje a Londres de este fin de semana. Que si Hyde Park, que vas a estar muy cerca, que si Picadilly, que si Trafalgar Square, que si no te pierdas… bueno, lo típico.

Total, las diez y media (y no me quejo, que todo fue entrañable). Un paseo por las bitácoras amigas, algún que otro comentario por allí y respuesta a alguno por aquí. Y ya son las once y aún no he hecho lo que pretendía. Una pena, porque tenía ideas nuevas para el cuento. Las anotaré ahora, no sea que la mente me traicione y mañana me las olvide.

El fin de semana será distinto: tengo tres tardes enteras para escribir (que las mañanas sabatina y dominguera son para el squash) y esta vez sí le voy a dar un empujón al cuento. Me apetece y tengo ideas, cosa rara y difícil. Pero ya sé lo que va a hacer Berto, lo que dirá Sandra y la que montará Carlitos… No puedo perder la oportunidad.

Luego llegarán esas tardes y me liaré con algo inesperado, como casi siempre. O me entrará la horrible pereza.

Esto escribí.

domingo, 14 de diciembre de 2008

87. La mente, en 400 palabras (cincuenta y siete).

La mente

Tenía escritas cuatrocientas palabras sobre la mente humana y las he borrado todas por tercera vez. Intentaba describirla y no lo consigo. Decía cosas como que “la mente es, por lo menos, curiosa. Cierto que también es sabia, fuerte y tenaz, a veces increíble, a veces asombrosa y, siempre, digna de admiración.” También decía: “… pero la mente nos traiciona con frecuencia, nos engaña, nos hace ver cosas que no son, nos hace creer sentimientos de otro que no existen, interpreta gestos como buenos cuando son negativos, nos recuerda cosas que no ocurrieron, nos sitúa en un tiempo que nunca transcurrió…”.

Digo esto porque intento escribir sobre la mente y lo que escribo no me gusta.

¿Nuestra mente es nuestra consciencia? ¿Es nuestra alma nuestra mente? ¿Por qué evolucionamos así? ¿Hay alguien que lo entienda? Las religiones hablan de la creación, del alma, de la vida eterna, de la reencarnación. Los agnósticos dicen que no hay vida después de la vida, aunque luego algunos matizan y deducen una vida sin sentido si no hay vida más allá de la muerte. Viviremos, dicen otros, en la mente de los demás, en su recuerdo, y eso es vida también.

El pensamiento evoluciona de generación en generación, y mejora. Hace tres mil años aún no se había inventado la luz eléctrica, aunque se construyeran pirámides casi perfectas y ya se supiera de números y de geometría. La revolución industrial revolucionó el mundo. Y desde entonces el progreso de la mente humana es vertiginoso. Un poco antes, la Matemática dio su salto espectacular, gracias a la mente de algunos superdotados, y propició los avances de la era actual. El s. XX ha sido el de los inventos a una velocidad de curva exponencial. Estamos comenzando el s. XXI y aún no sabemos qué nos deparará.

¿Por qué la mente de algunos es tan formidable, capaz de inventar lo inimaginable, y la del resto de los mortales es tan vulgar?

¿Qué inventos inventará la mente en los próximos años? ¿Evolucionará más y nos llevará al caos… o a un mundo feliz?

La mente… la mente a veces enferma y nos deprimimos. Y no entendemos nada; y necesitamos ayuda, aun no comprendiendo por qué. Nos cuesta pedirla porque ha de pedirla nuestra mente y nuestra mente ha enfermado.

Estas cuatrocientas palabras ya no las borro. Tampoco me gustan, pero quería escribir sobre la mente.

martes, 9 de diciembre de 2008

86. Y volví.

Y volví a mis playas de Cái. Sin sol, con nubes y fresquito otro día más, sin bañarme... pero en mis playas al fin y al cabo. La mar, las olas, la arena, las gaviotas...


Y el vídeo de rigor, para que disfrutéis de las olas de mis playas de Cái...

domingo, 7 de diciembre de 2008

85. Hoy pisé mis playas de Cái.

Hoy pisé mis playas de Cái, pero con los pies calzados, que las nubes y el viento del Suroeste, fresco, no me dejaron descalzarme. Ni desnudarme, ni bañarme en su mar. Hoy el tiempo no acompañaba, pero estoy en Cái, en mis playas. He visto la mar y he olido su sal, y he oído el rumor de las olas lamiendo la arena rubia y he escuchado su estruendo cuando rompen contra las rocas. He mirado la mar hasta el horizonte y me he cargado de su fuerza.

He visto las gaviotas volar bajo las nubes, meciéndose a favor del viento o agitando las alas en su contra, con su vuelo majestuoso.

He puesto mi cuerpo al sol, apenas unos minutos, intentando capturar sus rayos de entre las nubes, que lo ocultaban.

He disfrutado de mi playa vacía, sola para mí, paseando por la orilla cambiante donde las olas dejan su espuma blanca. He contemplando el verde de la mar cercana y su azul marino lejano. He fijado en mi memoria la imagen invernal de mi playa, para recordarla cuando esté lejos.

Les susurré un nombre a las olas, para que no lo olviden.

Mañana volveré.