Bienvenido a este mi cuaderno de bitácora

Querido visitante: gracias por pasar por aquí y leerme.
Aquí encontrarás ligeros divertimentos y algunas confidencias personales, pocas.
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Si, además, dejas un comentario... ¡miel sobre hojuelas! Un abrazo,
Guarismo.

viernes, 30 de octubre de 2009

133. No puede ser, en 400 palabras (ochenta y ocho).

No puede ser

No. No puede ser que me pase esto a mí. Vamos a ver: ¿cuántos millones de personas vivimos en este mundo? Varios miles, ¿no? ¿Y a cuántas les ha ocurrido esto? Que yo sepa, a nadie. Digo “que yo sepa” porque es de suponer que a alguien más le ha ocurrido lo mismo. Sólo aplicando la teoría de la probabilidad. Sin embargo no hay nada documentado que yo haya encontrado. He leído periódicos desde 1930 hasta hoy, los más antiguos en hemerotecas, los actuales en Internet. He pasado horas buscando en buscadores por la Red y no hay ninguna referencia a nada parecido a lo que me ha ocurrido a mí.

Llevo varios años buscando y no he encontrado un caso igual. He consultado con amigos, con compañeros de trabajo, con conocidos, con bibliotecarios, con catedráticos y profesores de distintas disciplinas, con médicos, con psicólogos, psiquiatras, con abogados, con gente culta que yo creía que podía saber algo… y nada.

He llegado a consultar a brujas y videntes, en los que no creo, pero uno nunca sabe; hasta me han echado las cartas y una gitana me leyó las líneas de la mano. Ninguno me dijo nada, no nada relevante, sino nada, absolutamente nada; silencio o encogimiento de hombros, como diciendo: “ni idea”. Algunos de estos personajes ni siquiera me cobraron, tal es el desconcierto que les produjo mi caso.

Yo me digo que no puede ser y sigo buscando. No desespero, pero me falta poco.

Durante un tiempo me dio por leer a los clásicos, buscando algo parecido, que no todo está en Internet. Me he leído decenas de biografías, de personajes antiguos y modernos. Me he leído la Biblia, con detalle, sin saltarme un versículo, por si encontraba alguna pista. He leído historia, mucha. Y novelas históricas, por si a alguien se le ocurrió novelar un caso como el mío. Hasta he estudiado Matemática, tratando de aprender a demostrar que lo mío tiene una razón de ser. He estudiado Lógica. Y algo de Física, Química y Biología.

Llego a la conclusión de que lo mío es un caso muy raro. Yo me digo que no puede ser, pero ocurre que es. Me digo que es imposible, pero no. Me digo que esto no me puede pasar a mí, ¡a mí!, y además ser un caso único.

Insisto: no puede ser y no me lo creo.

sábado, 24 de octubre de 2009

132. País de locos, en 400 palabras (ochenta y siete).

Me prometí no hablar de política en esta bitácora, aunque lo he incumplido ya un par de veces, y hoy otra vez. Pero es que me subleva la situación… Creo que España no se merece esto, no nos merecemos los políticos que tenemos a los que tengo que llamar politicachos, pues es de lo que ejercen. ¡Qué pena!

País de locos o de políticos incompetentes y de mal hacer

No puedo por menos que sorprenderme una vez más de la caterva de politicachos de este país.

Unos y otros, que no excluyo a nadie. Veamos: un catalán defendiendo el catalá en el Parlamento Europeo… ¡utilizando la lengua inglesa!; un ministro del Gobierno de España manifestándose a favor del galego y en contra del castellano. Otro, mintiendo en el Congreso acerca de una condecoración a un policía, confundiendo fechas para ocultar un asunto tan gravísimo e ignominioso como un chivatazo a ETA; un fiscal que pide el archivo de ese caso para que no se sepa la verdad y no se levante un escándalo monumental; un partido cuajado de escándalos —caso Gürtel— contra los que sus responsables son incapaces de esclarecer nada, ni siquiera lo que dicta el más elemental sentido común… y peleándose por un alto cargo bancario; otro partido, nacionalista, manifestándose en contra de la detención de etarras; un sector de la prensa y TV manipulando escandalosamente las cifras de una manifestación a favor de la vida y contra el aborto; un sindicalero contestando a un empresario que el FMI, el Banco Central Europeo, el comisario Almunia, el Banco de España, la OCDE y no sé cuántas autoridades económicas más se equivocan y que es él quien está en posesión de la verdad y que no se necesita reforma laboral…; un presidente de gobierno que no escucha la calle, cuando él denunciaba precisamente eso al gobierno anterior cuando estaba en la oposición; un ministro de Exteriores apoyando al gobierno dictatorial de Cuba, sin pedirle “gestos” y respetando su política…; un asesino múltiple de vacaciones carcelarias… asesinado a su vez; un ladrón de guante blanco, en la calle sin fianza, aunque con cargos, ¡faltaría más!; encuestas partidarias que contradicen otras encuestas y el sentido común; un partido de la oposición oponiéndose, sí, pero sin tino ni eficacia; una crisis, ¿qué crisis?, que no se sabe cuándo acaba… ni cómo; un déficit galopante…; un alcalde que nos fríe a impuestos; unos PGE, pura chapuza, que no solucionan la crisis, salvados por partidos comprados que, además, dicen que los presupuestos son erráticos…; un presidente que tiene secretarios, que no ministros; y, finalmente, una escala de valores en plena descomposición, por mor de un socialismo sectario.

¡Y yo que creía que mi capacidad de sorpresa estaba ya a prueba de todo…!

lunes, 19 de octubre de 2009

131. La ruleta, en 400 palabras (ochenta y seis).

La ruleta

Durante unos años me gustó jugar a la ruleta y siempre jugaba a los mismos números, el cero y algunos vecinos. Era superior a mis fuerzas cambiar mi apuesta. No lo hacía nunca. Entonces, si el crupier tendía a tirar la bolita hacia esa zona, ganaba. Si le daba por ni tocarla, perdía y me iba con el bolsillo vacío.

Todo viene porque la primera vez que jugué en mi vida a la ruleta en un casino jugué a esos números, imitando a otro jugador al que le iba muy bien. Ésta es la historia: aún no había casinos en España y, aprovechando un viaje a Londres de una semana, descubrí un casino cerca de Trafalgar Square al que, haciéndome socio, podía entrar al tercer día. Fui nada más llegar y pude entrar jueves y viernes, antes de volver a casa.

Llegó el momento. Entré. Observé, saltando de mesa en mesa.

Elegí una y me senté a jugar. Cambié veinte libras y me dieron veinte fichas de color morado. Imité al jugador que ganaba, aunque seleccionando algunos números distintos: 0, 3, 7, 12, 15, 26, 28, 32 y 35. Jugaba caballo al 12 y 15 y al 32 y 35, con lo que eran siete fichas por jugada. Más tarde añadí el 14 y el 17. Nueve fichas.

Aposté y rodó la bolita… ¡7! 35 libras. Repetí: ¡26¡ 35 libras. Repetí: ¡3! 35 libras… creo que llegué a ganar 7 veces seguidas (245 libras: unas 25.000 pesetas de las de 1979). Seguí: perdí algunas, pero me obsesioné con esos números, repetí y repetí… y gané y gané. Tenía un montón de fichas en la zona de la mesa donde me sentaba y no sabía qué hacer con tantas… luego aprendí que se podían cambiar por fichas de “valor”. Tantas fichas tenía que me puse algo nervioso y, aún en racha, las cogí todas, las metí como pude en mis bolsillos y me fui a caja a cambiarlas: 1.200 libras, aproximadamente.

Volví al día siguiente, pero los crupieres se empeñaron en tirar lejos del cero… perdí unas cuantas libras. Aún así, nunca he ganado tanto.

Desde entonces —aunque hace ya años que no entro en un casino— he jugado siempre a los mismos números. El saldo será negativo, aunque no mucho, porque la banca siempre gana. Pero soy incapaz de jugar a números diferentes de los citados. Es obsesivo.

sábado, 10 de octubre de 2009

130. Otras mentiras, en 400 palabras (ochenta y cinco).

Otras mentiras

Hace unos días hablaba de la mentira personal y en ambientes profesionales. Hoy lo hago de la mentira de los políticos... o del mundo al revés en el que vivimos. Estamos instalados en la mentira y en la hipocresía. O, mejor, nuestros políticos están instalados, cómodamente, en la mentira, en la hipocresía y en la demagogia barata, con poderosos medios propagandísticas. Y no solamente en España, aunque la mayor parte de lo que citaré se refiere a nuestro país. Por ejemplo:
“No hay crisis, sólo desaceleración”.
“Ya hay brotes verdes” (que se secaron inmediatamente).
“Afganistán no es una guerra”.
“A Irak fuimos a la guerra”.
“No podemos hacer más de lo que hemos hecho” (el PP, caso Gürtel).
“Un feto de 12 semanas no es un ser humano”.
“El paro empieza a descender”.
“Lo peor de la crisis ha pasado ya” (pero ¿no quedamos en que no había crisis, qué crisis?).
“No subirá el IRPF”.
“La subida de impuestos será sólo para los más ricos”.
“El empresario pide despido libre”.
“En estos presupuestos baja el gasto”.
“La subida de impuestos es buena para los trabajadores”.
“Nuestros soldados, en Afganistán, están en misión de paz”.
“Ese informe policial es un montaje”.
“Fueron suicidas los que provocaron el atentado del 11-M”.
“El atentado fue obra de ETA”. “
“Impulsaremos la inversión en I+D+I”.
“No se sabe quién dio el chivatazo” (caso Faisán, y se el fiscal pide archivar el expediente).
“No se ha pagado rescate por el Playa Bakio, el primer barco español secuestrado por piratas somalíes”.
Omitido por la vicepresidenta económica en el Senado, cuando lo tenía escrito así: “No se puede descartar una recaída”
“El calentamiento global”, cuando la Nasa reconoce que la superficie helada del Ártico ha crecido en 2009.
“Som una nació”.
“El caso Gürtel es del PP, pero Rodríguez ordenó favorecer a un empresario implicado”.
El Nobel de la paz para Obama, sólo por palabras, porque, hechos, pocos; no ha tenido tiempo (y espero que lo tenga para ganárselo).
“Los explosivos del 11-M”.
“En 2010 ya habrá crecimiento económico”.
“Otegui es un hombre de paz”.
“Incrementar los impuestos es una medida saludable”

No creo ni pido que mis lectores coincidan conmigo. Hay frases textuales y otras que habrán sido alteradas por mi mala memoria. Entre las afirmaciones que recojo, alguna habrá que no haya podido ser demostrada o quede solamente en simple sospecha. Pero se han dicho.

martes, 6 de octubre de 2009

129. La mentira, en 400 palabras (ochenta y cuatro).

La mentira

Hay gente que es mentirosa, patológicamente mentirosa. Disfrutan con engañar; a veces en beneficio propio, otras por el puro placer de mentir. Mantienen la mentira, hasta que una evidencia, que siempre se deja por algún rincón, demuestra que la mentira era insostenible. Entonces, no importa la mentira o, a pesar de ello, se mantiene, perdiendo todo crédito posible.

Me he encontrado a lo largo de mi vida laboral, y personal, a varios personajes así. Parecen encontrar auténtico placer en mentir, en falsear la verdad sin argumento posible, simplemente porque hay que engañar. Cuando el personaje se involucra solamente a sí mismo, allá él y sus mentiras. Pero cuando te involucran a ti, malo. Y si te da la orden de mantener la mentira —porque eres su subordinado y puede—, entonces tienes un problema. Más de un disgusto, y disgusto serio alguno de ellos, ha costado tratar de negar la evidencia, mintiendo P.O. (por orden). Ahora conozco un caso sin importancia de un amigo, P. O., y un caso más serio en el que está involucrada una amiga, también P.O.

Si te cuesta mentir, o lo disimulas mal, tienes un problema. ¡Con lo fácil que es la verdad! Aunque no siempre sirva para mucho, cuando debiera.

Para mentir hay que preparar bien las cosas, los datos, los argumentos, las explicaciones… Eso lo hace el mentiroso inteligente, sereno, que se lo monta bien. El mentiroso compulsivo, no. Y se le termina pillando. Y le echan del trabajo, pierde un cliente o le condenan en un juicio. Son palabras mayores, pero así ocurre, yo lo he vivido indirectamente. Con un agravante: el mentiroso nunca aprende de las consecuencias de sus mentiras y reincide. Sigue engañando. A lo mejor se retiene durante un tiempo, pero su naturaleza le hace volver a mentir en breve. Supongo que le causa placer, o está tan acostumbrado que ya no puede evitarlo.

Insisto: ¡con lo fácil que es la verdad! En la mentira, si es P.O., has de poner a más de uno de acuerdo y luego vienen las contradicciones, que no hay quien salve… En la verdad habrá matices, distintos puntos de vista, prismas diferentes, pero rara vez contradicciones fuertes. Es fácil de mantener, de demostrar, de explicar…, hasta de recordar, cosa que no ocurre con la mentira… y te pillan. Ya lo dice el refrán: antes se pilla al mentiroso que al cojo.