El anciano
Parecía cansado, muy cansado, el hombre. Yo estaba sentado en
un banco del parque que tengo enfrente de casa, leyendo el periódico y con mi
perrita Pizca sobre mis piernas (Pizca es pequeña y mimosa), cuando él se sentó
a mi lado, con esfuerzo. “Me cuesta hasta sentarme, me duelen todos los
huesos”. “¡Vaya!, lo siento”, dije. “No, no se preocupe, la vejez es así. Y
gracias que vivo, que voy a cumplir noventa y tres. Lo que pasa es que esto no
es vida. Y no me quejo: la cabeza aún me funciona, aunque otras cosas ya no. Si
ando un rato, me canso y me duele la cadera derecha, me duelen las rodillas y
todos los músculos; si me quedo sentado o tumbado unas horas, apenas si puedo
levantarme, me duele todo, no se puede imaginar usted cuánto; de la próstata,
ni le cuento; el corazón se me acelera a veces, sin avisar; tengo el estómago
hecho una birria, apenas tolero nada; estoy medio sordo y cada vez veo menos;
las manos me tiemblan, imagínese el numerito para comer, para lavarme y para
leer el periódico. En fin, que es una pena llegar a viejo”. “Bueno, pero le veo
bien, no parece que tenga noventa y tres”, dije yo, no exento de pena. “No, sí,
si para la edad que tengo estoy bien. Estoy en una residencia, ¿sabe? Mis hijos
no querían, pero tomé yo la decisión. Cuando vivía mi mujer, que en paz
descanse, nos fuimos los dos a una residencia. Yo no quería ser una carga para
nuestros hijos y, aunque mi mujer no estaba muy convencida, yo la obligué. Pobrecilla.
Murió de una neumonía hace unos meses. Yo me he quedado solo. Los domingos me
trae mi hija a comer a su casa. Está bien, pues veo a mis nietos y a mis
bisnietos, que me alegran la vida. Tengo cuatro nietos y nueve bisnietos, ¿sabe
usted? Por ellos quiero vivir, y por conocer a mi primer tataranieto, que está
en camino. Pero esto no es vida. Yo creo que la naturaleza es injusta. Me hace
vivir a mí y se lleva a gente joven. No, no es justa. A mí no me importa
sufrir, pero me duele ver cómo sufre la gente. Yo debería estar muerto ya y, en
cambio, otros deberían vivir. Yo ya no sirvo para nada, soy un estorbo”.
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