El hombre con bigote (3)
Estaba serio, el hombre, muy serio y cariacontecido. Yo
estaba sentado en un banco del parque que tengo enfrente de casa, leyendo el
periódico y con mi perrita Pizca sobre mis piernas (Pizca es pequeña y mimosa),
cuando el hombre del bigote se sentó a mi lado, esta vez muy callado y con la
cabeza gacha. Antes de decir nada, aguardé un minuto por si hablaba él. Pero
seguía callado. “¿Qué le pasa hoy, hombre? Está usted muy silencioso”. “Sí, así
es. No tengo ganas de hablar”. “¿Y eso?”. “Bueno, que un amigo mío me ha echado
una bronca”. “¡Vaya! Lo siento. ¿Y por qué ha sido?”. “Pues por lo último que
le dije a usted. También se lo dije a él y me soltó: ‘joder, sigues echando la culpa a los políticos. No tienes ni puta idea, eres un ignorante y un gilipollas y no has entendido nada. Es
que no te lees las cosas que te mando, y así te va’. Me ha dolido, ¿sabe usted?
Porque, en parte, es cierto lo que dice y yo me he limitado a poner a parir a
los políticos, a éstos y a los otros, aunque también dije que ‘los banqueros
son unos ladrones, los jueces, unos cantamañanas, los empresarios, unos
egoístas, los sindicatos, unos desgarramantas,
los trabajadores, unos vagos, los nacionalistas, unos pueblerinos…’ si se
acuerda”. “Sí, sí me acuerdo, usted lo dijo así, literalmente”. “Pues será que
no se lo dije a él. La crisis saltó por la codicia humana, encarnada en los
banqueros y especuladores. Todos ellos son unos hijos de puta que nos han estafado para ganar grandes sumas. Controlan
todo y la codicia les perdió. No cito a las cajas, que ahí los políticos que
las gobernaban crearon auténticos agujeros negros. Y ahora pagamos todos. Claro
que los políticos no han sabido hacer nada a derechas (o a izquierdas, según se
mire). Son unos inútiles. Unos por no reconocer la que nos venía encima ni
controlar el tremendo despilfarro; otros por no saber atajarlo de un golpe,
sino jodiendo con cuentagotas. Son unos
egoístas: entre ellos ni se tocan y siguen dejando dilapidar nuestros dineros a
las autonomías y empresas públicas. Mi amigo tiene razón, yo también. En
resumen: banqueros y políticos son un desastre. Aunque debamos reconocer que
quien manda es el dinero, claro. Siempre fue así”. “Sí”, le contesté.
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