Bienvenido a este mi cuaderno de bitácora

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Guarismo.

sábado, 19 de enero de 2008

25. El sueño, en 400 palabras (once).

Escribí hace ya tiempo “El sueño”, que ahora modifico en forma de homenaje a la “fábrica de sueños” de Berrendita. Valgan estas cuatrocientas palabras como reconocimiento a sus sueños, a su pluma ágil y elegante, a su imaginación deliciosa, al corazón que pone en cada palabra, a los sentimientos que expresa tan hondos, de esa manera tan suya; valgan también para todos los soñadores de la fábrica, que cada vez somos más. Tomo prestadas, Ana, algunas de tus palabras y unas cuantas fotos.

El sueño


Desperté soñando que soñaba. Ya sé que es un tópico, pero así fue. Volví a quedarme dormido, y continué soñando el sueño que soñaba cuando desperté. Soñaba que me despertaba y ya no sabía si soñaba despierto o dormía soñando. Fue una sensación extraña. Yo ceo que dormía, pero es posible que soñara despierto, porque, habitualmente, olvido los sueños al despertar. Sea como fuere, despierto o dormido, el caso es que soñaba. Soñaba que, soñando, me levantaba, me desayunaba, me duchaba, me vestía y me encontraba a la entrada de una fábrica de sueños, sin solución de continuidad.

Soñé que llamaba, pidiendo permiso, y una dulce voz me decía: “esta fábrica está abierta a todos los sueños y a todos los soñadores”. Soñé que soñaba con los sueños de la fábrica y que soñaba junto a muchos soñadores. Soñaba, dormido o despierto, aún no lo sé, con chimeneas dibujadas en el cielo, con un templo de ladrillo colorao, con sonrisas hermosas, con amigas fuertes, con los Magos de Oriente, como cuando era niño, con zambombas y luna llena, con castañas y papas aliñás, con tormentas, rosas rojas y geranios.

Soñé que despertaba soñando que soñaba con ese Cái que sueña la fábrica, ese Cái de piedra ostionera, con su viento travieso de Levante, con sus torres y azoteas, con la mar atlántica que la baña, con la arena húmeda de sus playas, con su viento fresco de Poniente; con ese Cái que tiene sabor a sal, con ese Cái de madrugás tres veces milenarias que se reflejan sobre la mar en calma.

Soñé que, soñando, pasé por Salamora y me quedaba por allí un tiempo, soñando con encontrar la fábrica de sueños soñada.

Soñé que me sentaba en el banco de la fábrica desde donde se contemplan los sueños, que apoyaba la cabeza y me quedaba dormido soñando que despertaba y me encontraba a la entrada de una fábrica que sueña. Soñaba que las puertas, que no cierran nada, se abrían, al tiempo que una dulce voz me invitaba, diciéndome: “pasa, todos somos la fábrica”. Soñaba que, una vez dentro, soñé con los sueños ya soñados, soñé con los sueños de ensueño de la fábrica de sueños que soñaba. Y, soñando, soñé que despertaba.

No sé cuándo ni cómo desperté, pero escribí estas líneas tan pronto como pude, no fuera que hubiera soñado y olvidara lo que soñé.


© 2008, el autor de este blog.

4 comentarios:

Ana Pedrero dijo...

Ohhh, Miguel!!. No tengo palabras. Es la primera vez que alguien escribe una entrada propia sobre la fábrica, esa que levantamos entre todos.

Cuatrocientas palabras, cuatrocientas gracias, cuatrocientos sueños, cuatrocientos besos.

Lucano dijo...

De soñador a soñador: ¡Viva la Fábrica!

Anónimo dijo...

Sueña el rey que es rey, y vive
con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando;
y este aplauso, que recibe
prestado, en el viento escribe,
y en cenizas le convierte
la muerte, ¡desdicha fuerte!
¿Que hay quien intente reinar,
viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte?

Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.

Yo sueño que estoy aquí
destas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño:
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.

Guarismo dijo...

Cuatrocientos abrazos, Ana. Y te mereces más.

Lucano: pues sigamos soñando en la fábrica.

enero2008: Segismundo tenía razón, sí, la vida es sueño... y si has leído los sueños de la fábrica de sueños, verás que los sueños también son vida.