El hombre del sombrero
Estaba feliz, el hombre. Yo estaba sentado en un banco del parque que tengo enfrente de casa, leyendo el periódico y con mi perrita Pizca sobre mis piernas (Pizca es pequeña y mimosa), cuando un hombre, quizás de unos setenta años, con un sombrero blanco de ala, se sentó a mi lado, riendo. “¡Vaya! Le veo contento”, le dije. Se lo dije porque ya lo había visto otras veces por el barrio y sentí como si lo conociera. “¡Sí!”, me respondió, “estoy contento. Lo hago como terapia, ¿sabe? Quiero decir, estoy contento por obligación. A lo largo de los años me he convencido de que estar triste no conduce a nada, sólo a una tristeza cada vez más profunda. Así que me propuse hace ya tiempo estar contento. Y, créame, se consigue. Yo, lo he conseguido. Y ahora puedo decir que vivo feliz. Me río, pienso en cosas bonitas, me entretengo con mis recuerdos más dulces, rechazo los más amargos, cuento chistes, echo piropos a las chicas, beso a mi mujer, aunque a ella cada vez le gusta menos, pero yo lo hago, juego con los niños, cuido a mis nietos, me he comprado un perro, no veo los telediarios ni sigo las tertulias en la radio, tan crudas, tan pesimistas, sólo veo películas cómicas o románticas y algunas policíacas, juego a la lotería todas las semanas y mantengo la esperanza de que me toque, hasta que no me toca y vuelvo a jugar pensando que me tocará la próxima vez, me río de mí mismo, doy saltitos por la calle, me pongo este ridículo sombrero y saludo a todo el mundo. Créame, yo antes era una persona triste, siempre preocupado por todo y por todos, que no dejaba en mi mente ningún hueco a la alegría. Me hacía creer a mí mismo que era una persona responsable… pero, no. Lo que era es una persona triste, sin ánimo, sin ilusión, pesimista, siempre preocupado por cosas nimias e incapaz de afrontar la vida con optimismo. No me reía. Me di cuenta una vez que estaba con unos amigos y a uno de ellos le dio por contar chistes. Me reí como nunca y me salieron agujetas en los músculos de la cara. Esto no puede ser, me dije, y estudié mi vida. La vi triste. Me prometí cambiar y, ya ve usted, he cambiado. Soy feliz”.
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