Bienvenido a este mi cuaderno de bitácora

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viernes, 24 de octubre de 2008

78. Amabilidad, en 400 palabras (cincuenta y una).

Amabilidad

Esta mañana, fumando un pitillo en la puta calle, me llamó la atención lo siguiente: fui a apagar el cigarro en el cenicero colocado al efecto y observé que la señora de la limpieza del edificio de oficinas (donde somos unas ¿200 personas?) estaba a punto de recogerlo. Como es lógico y natural, lo apagué de manera que no quedara la brasa encendida. “Es Ud. muy amable, muy atento, muchísimas gracias”, me dijo. “Es lo razonable, si no, vaya lío podría haberle formado; le prendería la bolsa de la basura”, contesté. “Sí, pero eso no lo hace nunca nadie”, y recalcó lo de nunca y nadie. “Será porque no se dan cuenta”, dije, quitándole importancia. “No, no, es que no hay nadie tan amable como Ud.”. Me sonrojé, le dije “gracias, Gladis” y me subí a la oficina.

Y ahora, recordando el hecho, me viene a la memoria que, en general, las señoras de la limpieza siempre, allá donde haya estado, me han estimado algo más de lo que debe ser lo normal. Repasando cuál puede ser la causa, llego a una única conclusión: los demás son unos mal educados (o deben ser, o puede que lo sean, o quizás lo son, pero no todos, etc.). La razón es muy sencilla: lo único que yo hago es decir un “buenos días” o “buenas tardes”; pasar, si puedo, por donde ellas no están fregando para no pisar su trabajo, o pedirles disculpas si no hay otro sitio y pasar de puntillas; y poco más, salvo apagar el pitillo como hice hoy. Yo no me tengo por simpático, más bien creo que soy antipático, pero intento ser sencillamente correcto. Y resulta que las empleadas en ese trabajo tan necesario, y tan digno, me estiman. Algo falla, entonces. Yo no debo destacar para ellas por gestos tan elementales como los que cito. Y si es así es porque, efectivamente, somos una caterva de maleducados y soberbios, que pisoteamos su trabajo o, simplemente, lo ignoramos. Es cierto que he visto gente pasar por su lado sin saludar y sin importarles un bledo si pisan el suelo aún húmedo, o incluso mientras lo limpian.

Es una pena. La educación más elemental se va perdiendo, la amabilidad brilla por su ausencia… No cuento esto en mi favor, ¡hasta ahí podría llegar!, sino en detrimento de esta sociedad cada vez peor educada. ¡Y así destaco, claro!

5 comentarios:

Edmar dijo...

Debemos tener telepatía Guarisimo, pues hace nada yo también escribí una entrada en mi blog sobre la ausencia de educación, jejeje. :)

Abrazos,
Edmar.

Bicho dijo...

Completamente de acuerdo. Es triste, pero cierto: somos una caterva de maleducados y soberbios. Hay excepciones, claro; pero yo no dejo de sorprenderme con el comportamiento de mis "compañeritos" de clase. Espero tomar conciencia y que no se cumpla aquello de "todo lo malo se pega".

Una vez más 400 palabras en la diana, Miguel!

Un abrazo.

Guarismo dijo...

Gracias, Edmar... y sí, debemos tener telapatía... eso quiere decir que estamos de acuerdo en algunas cosas, lo cual me encanta, dada la diferencia de edad que teneomos...

Gracias, Carolina. Sé que eres fan de mis 400 palabras y eso no sabes cuánto halaga mi vanidad... Pero tiene su parte negativa: me obligas a superarme, lo que no siempre es posible. ¡Ojalá pudiera siempre!

Un abrazo a los dos,

Miguel

Anónimo dijo...

No creo que sea una cuestión de simpatía, más bien es cuestión de educación, que hay gente que carece de ella. A mí me pasa con una individua, que la educación que le deben de haber dado es escasa o nula. Lo cierto es que cuando me acerco al grupo donde está "esa persona", digo buenos días en general y todos contestan menos ella y encima mira con cara de asco. En fin, no le pidamos peras al olmo, la muchacha es que no da más de sí.
MORALEJA: Con educación y amabilidad, muchas puertas se abrirán, de lo contrario se cerrarán.
Ah!, una cosa más, sonreir es gratis.

Anónimo dijo...

Me ha gustado, sobre todo, una cosa: pisoteamos su trabajo. Me ha gustado porque es literal, porque así es, porque su trabajo es fregar el suelo que tú pisas, y lo pisas mientras lo hacen y no pides disculpas. Si alguien se subiera a la mesa del despacho y pisoteara los papeles, todos nos alarmaríamos.

Pero qué importa si está recién fregado.

Somos medio idiotas, a veces. Y otras idiotas enteros.

Yo también paso de puntillas cuando la mujer de la limpieza está en el rellano de casa. O me voy por un ladito. Y le digo hola y adiós.