Bienvenido a este mi cuaderno de bitácora

Querido visitante: gracias por pasar por aquí y leerme.
Aquí encontrarás ligeros divertimentos y algunas confidencias personales, pocas.
A mí me sirve de entretenimiento y si a ti también te distrae, ¡estupendo!.
Si, además, dejas un comentario... ¡miel sobre hojuelas! Un abrazo,
Guarismo.

miércoles, 6 de agosto de 2008

62. Cara de tonto, en 400 palabras (treinta y nueve).

Con cara de tonto

Se me debió quedar cara de tonto cuando me contaron aquello. Digo que se me debió quedar porque no pude mirarme al espejo, pero seguro que sí. Lo podía haber preguntado, pero la gente suele ser amable y no iban a decirme que tenía cara de tonto, o cara de más tonto, porque, a lo peor, la cara de tonto la he tenido siempre. La cara de tonto, o de más tonto, se me quedó cuando me contaron, mientras jugábamos la partida de mus de los viernes por la tarde, que habían visto a Carmina con Alfonso. Bueno, no me lo contaron directamente, pero salió. “Parecían muy acaramelados”, dijo Juan; “las manos de Alfonso se perdían por entre las faldas de Carmina”, contó Antonio; “bueno, no exageres, que estaba muy oscuro”, terció mi amigo Alberto. “Mus, mus, habla”. A mí se me quedó cara de tonto, o de más tonto, pero reaccioné enseguida y seguí jugando con mi cara de tonto, o de más tonto, que aún no lo sé. “Carmina no es capaz de hacer eso”, dije entre dientes, sin mirar a nadie. “Paso, envido, envido más, quiero”. Me pareció notar algunas miradas cómplices entre ellos, pero no estoy seguro. “Paso, paso, ¡hala!, se fue”. Juan dijo: “me dijo Alfonso que ayer echó el polvo de su vida”, pero yo no lo creí, porque Juan me la tiene guardada, aunque la cara que debió ponérseme fue de más tonto que nunca, supongo. “¡Sírvenos otra copa, Ernesto!”, gritó Antonio al camarero, “que estamos celebrando algo…”. Lo miré con esa mirada que uno pone cuando quiere matar a alguien, pero Antonio bajó los ojos rápidamente, “…que vamos a celebrar que Juan y yo ganaremos esta partida”, corrigió, quizás avergonzado. “Pares, llevo, llevo, no llevo, tengo”. “¡No celebramos nada!” le dije a Ernesto, “éstos no nos van a ganar”; en voz baja, añadí: “y ésa no es mi Carmina, os habéis confundido”. “Paso, paso, envido, tres más, órdago, llévate cinco”. “Pues era morena, como la tuya“, afirma Juan, “y con unas piernas perfectas, como Carmina”, insiste Antonio. “Juego sí, sí, sí, sí”. “Sí, las tiene preciosas”, dice Alberto. Y yo, con cara de tonto. “Las copas, ¿te pasa algo?”, dice Ernesto poniendo su manaza sobre mi hombro. “Envido,… llévate dos”. No le contesto y cuento los puntos. “¡Jo, macho!”, insiste, “¡vaya cara de tonto que se te ha quedao!”.

4 comentarios:

Ana Pedrero dijo...

Mi pregunta es: ganó o no ganó al mus?. Si su Carmina se los pone y encima pierde, es para matarlo. ;)

Un beso.

Guarismo dijo...

Buena pregunta... lo dejo a tu imaginación. Todo depende del humor con que lo hayas leído y la pena que te dé el marido de Carmina...

Un abrazo.

Bicho dijo...

A mi me ha sonado más a táctica de distracción... el pobre marido de Carmina, pensando en su posible cornamenta mientras los amigotes le pinchan a ver si se despista con la historia y pierde el hilo de la partida.

Me encanta esto de las 400 palabras!

Un besote.

P.D.- No te respondí la otra vez, tengo la cabeza fatal! Me llamo Carolina (ese nombre interminable), pero para los amigos, soy bicho.

Guarismo dijo...

Bicho: pues no te podré llamar Carolina... Somos amigos, ¿no?

Gracias por tu comentario y tu nombre... ¡ah! y por ser fan de mis 400 palabras. Las próximas te las dedico.

Un abrazo,

Miguel