Bienvenido a este mi cuaderno de bitácora

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domingo, 6 de febrero de 2011

202. Vecina, en 400 palabtras (ciento treinta y seis).

Vecina

Me trae por la calle de la amargura, como suele decirse. La razón es contundente: me gusta, sueño con ella, la anhelo, me vuelve loco... y ella no me hace maldito caso. Así de sencillo, así de claro.

No pierdo ocasión de verla, he estudiado su horario y ya sé a qué hora sale hacia el trabajo, a qué hora vuelve a casa, cuándo sale los fines de semana y con quién. Siempre me hago el encontradizo, y creo que ella se ha dado cuenta. Entablo conversación, bueno, lo intento, ella me mira fijamente, me responde con monosílabos y sigue su camino acelerando el paso para que no coincidamos. Se llama Inés, que lo sé. No tiene novio, que yo sepa. Y si lo tiene, lo tiene lejos y no ha aparecido por su casa. Además la veo salir los sábados con gente diferente, grupos de amigas, dos o tres como mucho, y de vez en cuando distintas; algún amigo, que la recoge en coche, ¡qué envidia! aunque esto sucede pocas veces; sola, en varias ocasiones, cuando coge su coche, un “Golf” blanco, y se va a toda prisa. Y yo me quedo asomado a la calle desde la ventana de casa, con cara de imbécil y frustrado: “A lo mejor era hoy el día para haberla invitado a cenar”, me digo. Y ese día nunca llega porque nunca me atrevo y cuando decido “hoy la invito”, no consigo encontrarme con ella. Y cuando la vuelvo a encontrar, me vence de nuevo mi timidez. Claro, es que ella es una belleza. Su cara, preciosa, a veces semioculta por esa melena negra que brilla a la luz del sol; sus piernas, largas y bien contorneadas; su tipo, qué decir, lleno de suaves curvas que me atraen sobremanera; cuando anda, su movimiento es todo un espectáculo, pero un espectáculo finísimo, elegante, tiene estilo la niña. Porque es una niña, no creo que haya cumplido aún los veintiséis o así. Yo tengo treinta y uno y no tengo pareja. La tuve, pero la dejé por tonta. Mi vecina, en cambio, parece lista. Tiene carrera, trabaja, y la veo muy desenvuelta. Su voz es cálida, muy cálida, y desprende un ligero aire de coquetería, como si supiera que su voz es atractiva. En fin, un bombón, un buen partido.

Ayer me atreví: “¿Cenas conmigo?”. “Sí, ya era hora” me respondió. Me quedé perplejo.

1 comentario:

Bicho dijo...

Jejeje! Efectivamente la vecinita era lista ;)

Últimamente estoy descuidando mi blog y mis blogueros favoritos... pero ya veo que por aquí sigue el mismo buen ánimo.

Un besazo!