Contaré una
historia en versos haikus:
Érase una
vez una mujer
bella; tan bella que no
era posible
mirarla sin que
los ojos quedaran tan
deslumbrados que
parpadearan
ante tanta belleza.
Pero llegó el
día en que un
hombre resistió tanta
hermosura y
la miró sin que
su mirada cediera.
Imperturbable,
ella le dijo:
“¿Por qué me miras así?”
“Eres muy bella”,
respondió él sin
pestañear, “y quiero
quedar contigo”.
“Pues tú me gustas.
Puedes invitarme a
cenar y bailar”.
“Hecho”, dijo él.
“Vendré por ti a las diez”.
“Sí, de acuerdo,
aquí estaré”.
Y a las diez llegó con
ramo de rosas
que le entregó
embelesado, y la
besó muy suave
en la mejilla.
Ella respondió con su
sonrisa dulce,
como siempre que
recibía halagos:
“Gracias, amigo”.
“¿Amigo? Aún no
nos conocemos, bella
dama. Pero lo
seremos, cierto”.
Cenaron exquisito,
luego bailaron
y, al terminar,
se dijeron: “Sigamos.
¿Adónde vamos?”
“A mi casa, si
quieres, que esta noche estoy
sola. Podemos
jugar y jugar,
disfrutar y reír con
nuestras palabras”.
“¿Sólo palabras?”
“Aún no nos conocemos
suficiente, por
lo tanto, no nos
lancemos a más, que a
lo mejor no es
lo idóneo”.
“Pero entiende
mis deseos: yo quiero
ir más allá y
disfrutar de ti
en todo lo posible.
¿Lo harás por mí?”.
“No si antes no
me prometes que no me
harás daño con
tu osadía.
Que no me dejarás por
otra más tarde,
que no me dirás
que fue aventura que
luego olvidas,
que prometerás
volver conmigo para
vivir unidos,
que me pedirás
en matrimonio cuando
estés seguro,
que no me vas a
abandonar nunca, ni
olvidar jamás
que hoy fuimos dos
seres en uno solo,
y muy felices”.
historia en versos haikus:
Érase una
vez una mujer
bella; tan bella que no
era posible
mirarla sin que
los ojos quedaran tan
deslumbrados que
parpadearan
ante tanta belleza.
Pero llegó el
día en que un
hombre resistió tanta
hermosura y
la miró sin que
su mirada cediera.
Imperturbable,
ella le dijo:
“¿Por qué me miras así?”
“Eres muy bella”,
respondió él sin
pestañear, “y quiero
quedar contigo”.
“Pues tú me gustas.
Puedes invitarme a
cenar y bailar”.
“Hecho”, dijo él.
“Vendré por ti a las diez”.
“Sí, de acuerdo,
aquí estaré”.
Y a las diez llegó con
ramo de rosas
que le entregó
embelesado, y la
besó muy suave
en la mejilla.
Ella respondió con su
sonrisa dulce,
como siempre que
recibía halagos:
“Gracias, amigo”.
“¿Amigo? Aún no
nos conocemos, bella
dama. Pero lo
seremos, cierto”.
Cenaron exquisito,
luego bailaron
y, al terminar,
se dijeron: “Sigamos.
¿Adónde vamos?”
“A mi casa, si
quieres, que esta noche estoy
sola. Podemos
jugar y jugar,
disfrutar y reír con
nuestras palabras”.
“¿Sólo palabras?”
“Aún no nos conocemos
suficiente, por
lo tanto, no nos
lancemos a más, que a
lo mejor no es
lo idóneo”.
“Pero entiende
mis deseos: yo quiero
ir más allá y
disfrutar de ti
en todo lo posible.
¿Lo harás por mí?”.
“No si antes no
me prometes que no me
harás daño con
tu osadía.
Que no me dejarás por
otra más tarde,
que no me dirás
que fue aventura que
luego olvidas,
que prometerás
volver conmigo para
vivir unidos,
que me pedirás
en matrimonio cuando
estés seguro,
que no me vas a
abandonar nunca, ni
olvidar jamás
que hoy fuimos dos
seres en uno solo,
y muy felices”.
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