Bienvenido a este mi cuaderno de bitácora

Querido visitante: gracias por pasar por aquí y leerme.
Aquí encontrarás ligeros divertimentos y algunas confidencias personales, pocas.
A mí me sirve de entretenimiento y si a ti también te distrae, ¡estupendo!.
Si, además, dejas un comentario... ¡miel sobre hojuelas! Un abrazo,
Guarismo.

viernes, 8 de mayo de 2009

108. Déjame en paz, en 400 palabras (setenta).

Déjame en paz

—Déjame en paz, estoy intentando escribir.
—Sí, claro, así llevas un año, o más, y sólo has escrito unas páginas.
—Pero ahora lo estoy intentando.
—Pero no lo consigues.
—No. Sobre todo si no me dejas en paz.
—Yo te dejo en paz, pero tú no te concentras.
—No me concentro porque tú no me dejas. Me distraes con pensamientos estúpidos y sin sentido.
—No es cierto. Yo soy la primera interesada en que escribas y lo hagas bien.
—Me exiges algo que luego me impides, dispersándome la mente todo lo que puedes. No me ayudas.
—Sí te ayudo, aunque no lo creas. Tienes tres obras abiertas y estoy intentando convencerte de que te decidas por una y la acabes.
—¡Vaya! Lo que me faltaba por oír. O sea, que eres tú la que me dices que me centre en una, ¿no? ¿En cuál?
—Yo no te dicto cuál, sólo te preparo tus neuronas para que decidas.
—¡Eres falsa! Me tiendes trampas y lo que consigues es que no decida nunca.
—Yo no, será tu pereza. Yo te preparo el camino. Llevo más de un año insistiendo, remordiéndote. Puede más tu voluntad, que casi no existe.
—La culpa es tuya. Si tan poderosa eres, podrías domeñar mi voluntad. Tú puedes.
—No puedo. Yo no domino tu voluntad, eso es cosa tuya. Todo lo que puedo hacer es susurrarte el camino, despertar tu interés, alertarte de que así no vas a ninguna parte, recordarte que existo y que debes tenerme en cuenta. Pero me ignoras.
—No te ignoro. Eres una carga. Cuando he decidido algo, por ejemplo continuar con “El número 29”, el cuento, me recuerdas que aún no terminé “Viento Norte” y que tengo lectores esperando. Entonces cambio la decisión y a ti se te ocurre que debo pensar en el argumento de “Los secretos de Nadia”, que aún no tengo claro.
—Mi obligación es recordarte lo que tienes pendiente. Si decides algo, te advierto que dejas otras cosas para que decidas teniendo todos los datos a tu alcance.
—Ya. Entonces me armas un lío tremendo y consigues que no decida nada. Me creas problemas existenciales que no existen. Son pura invención tuya. Así que voy a tomar una decisión.
—¿Cuál?
—Ignorarte.
—No podrás. Yo soy tú mismo.
—Eres sólo una parte de mí.
—Indivisible.
—Ya veremos.
—Te recuerdo que tienes que escribir.
—¡Joder! Ya lo sé.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo tengo pensada una historia así parecida a Bergai. Pero no quiero empezarla hasta que no acabe Bergai, para que no me pase esto. O para no mezclar, que soy capaz de cruzar las historias y alargar ambas sin darme cuenta.

(Escribe, de lo que sea.)

Un abrazo, Miguel.