Bienvenido a este mi cuaderno de bitácora

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Guarismo.

sábado, 19 de abril de 2008

43. Amor platónico, en 400 palabras (veinticuatro).

Amor platónico

Yo creo que lo de amor platónico es un eufemismo. Bueno, no exactamente, porque no sustituye a una expresión violenta, ni grosera, ni malsonante o proscrita, condición de eufemismo. Aunque, a lo mejor, sí. Yo creo que amor platónico es realmente amor inalcanzable, unilateral, imposible… y ¿hay algo más violento que un amor imposible? Yo tengo uno. Se llama Ainhoa. Me la encuentro de vez en cuando, cuando bajo a fumar un pitillo a la puta calle, que en la oficina ya no se puede fumar. Ella es pecadora como yo; quiero decir, fumadora; ya no se sabe si uno peca por fumar, fuma pecando o peca fumando; quizás uno fuma por pecar, no sé. El hecho es que ella y yo fumamos y coincidimos en la puta calle, al pie de la oficina. Ella me encanta: tiene un tipazo, es alta, rubia, joven, simpática, guapa… es perfecta. A lo que iba: Ainhoa es mi amor imposible. Sé que lo es porque ella es joven, yo no; ella es guapa, o guapísima, yo, feo; ella simpática y abierta, yo, antipático y tímido; ella, alta, yo, bajito; ella, esbelta, yo, gordo; ella, deportista –me cuenta que hace “pilates” y juega al tenis cada fin de semana–, yo… todo lo que hago es jugar al mus; ella es ingeniero –me gusta más que ingeniera– y yo, un simple oficinista –me gusta más que oficinisto–; ella, en fin, es una maravilla de niña y yo un cuarentón sin muchas luces. Por eso digo que es inalcanzable... o imposible. Obvio. Pero me gusta y la amo con pasión no confesada. Sueño con ella. Vivo por ella. Es mi ilusión de cada día laborable, que los fines de semana los paso fatal. Y si un día de trabajo no sale a fumar… me quedo triste y angustiado en el despacho, ni fumo siquiera, y me sumerjo entre montañas de papel. Allí me oculto hasta que la veo bajar por un espejito estratégico que me he instalado en la ventana y que está orientado a la puta calle, donde ella y yo (y una jartá de gente más) salimos a pecar, digo, a fumar. Cuando la veo, me salta el corazón y bajo corriendo. Un día de éstos me dirá: “¡Qué coincidencia! Siempre que bajo yo, baja usted a pecar, digo, a fumar conmigo”. Entonces, ¿todo habrá acabado… o será el comienzo?

© 2005, el autor de este blog.

5 comentarios:

Marina dijo...

Te había dejado un comentario hablándote de mi amor platónico de la niñez, pero se ha borrado, y el teclado de este ordenador es super duro y me cuesta mucho escribir... prometo que lo reescribiré mañana cuando llegue a Granada. En cualquier caso, lindo post :) Y gracias por tus extensos comentarios, siempre me encantan!

estrella de mar dijo...

ya hace tiempo que viene mareandome victor para que ponga unos cuantos enlaces... pero siempre lo voy dejando.

esta semana, vale?
tu enlazame y yo encantada!!

que a todos nos gustan las visitas ;)

un abrazo y gracias por el rollo que, por cierto, no era tan rollo.

Juanra dijo...

Ah!! Esos amores ocultos que nos hacen sonreir, que nos hacen pensar que el día vale la pena. Amores que nunca alcanzaremos pero que, sin embargo, siempre estarán allí. Amores infinitos, eternos, inalcanzables, imposibles. Todos hemso tenido alguno de esos amores.

Marina dijo...

Lo prometido es deuda. Tampoco es una historia tan interesante. Simplemente, que cuando tenía 11 o 12 años pasé bastante tiempo enamoradísima de un chico tres o cuatro años mayor que yo (a esa edad, un siglo) que montaba conmigo a caballo. Era moreno de ojos verdes y ni me miraba, y yo pasaba mis horas de vigilia inventando complicadas historias que nos juntaran más allá de nuestra diferencia de edad y mi timidez patológica.
Hace unos meses estaba yo tomándome una copa con J. en la playa cuando vi que el que trabajaba de camarero era él. Como lo de la timidez ya lo tengo más que superado, me acerqué y le dije "¿tú eres X?". Se quedó muy sorprendido. Le dije que le conocía de montar a caballo, que si se acordaba de mí, Marina, la hija del médico, rubia y bajita (tampoco he cambiado mucho desde entonces, la verdad). Asintió y medio sonrió, creo que siguiéndome la corriente, porque no parecía acordarse mucho de mí (no recuerdo que me dirigiera la palabra en todo mi tórrido y unilateral idilio). Se preguntaría cómo me acordaba yo tan bien de él después de tanto tiempo. Si él supiera...
Total, que los amores platónicos no están mal. Quedan aislados del tiempo como una bonita flor de plástico y no se exponen a que los desgaste la rutina. Así que disfruta el tuyo, que tampoco es tan fácil encontrarlos...
Besitos.

Guarismo dijo...

Gracias por vuestros comentarios.

Y, Marina, gracias dobles por tu doble trabajo.

Un abrazo,

Miguel