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lunes, 6 de diciembre de 2010

193. Comemos allí, en 400 palabras (ciento veintisiete).

Comemos allí...

Un pequeño caos, ayer domingo. Lo cuento.

Por la mañana, temprano, fuimos a navegar con los WINDreamers a la playa. A una de esas playas de Cái, enorme, con kilómetros de arena húmeda y compacta, marea baja, viento del Suroeste de unos 15 nudos, aunque racheado. Lluvia, frío, pero una delicia recorrer la playa a bordo de un WINDreamer, volando, volcando, navegando a velocidades superiores a 40 Km/h. Adrenalina a flor de piel. Placer indescriptible. Ya conté en otra entrada de esta bitácora lo que es navegar en la playa con un carro a vela, con un WINDreamer: seguro, apasionante, placentero... una gozada, en fin.

Éramos un montón: diez de doce hermanos con cónyuges e hijos. Todo rueda de maravilla, como los WINDreamers... ningún incidente, alegría, risas, pasión...

Sube la marea, y el frío y la lluvia arrecian, y hay que dejar la playa. Recogemos los carros a vela. Hablamos de comer juntos. Vale, ¿dónde? Pues no sé. Pues allí, pues aquí, pues faltan algunos, pues que vengan. Somos treinta y tantos. Vamos a R. a tomar pizzas. Pero allí no se puede entrar sin pase. Podremos entrar unos 20, que hay cuatro pases y por cada uno dejan a cinco. Pues yo me quedo fuera, que ya fuimos muchas veces. Ni hablar. Yo he venido aquí a veros y tenemos que comer juntos, así que busquemos otro sitio. No, no, nos apañamos, seguro que entramos. Ya, pero es una idiotez ir tan lejos; yo vengo aquí a comer pescaíto frito, no pizzas. Y ya son las tres, hay que decidir. Pues no entramos. Pues yo no voy. Es una pérdida de tiempo. Y tengo hambre.

En resumen: llegamos todos a las puertas de R., algunos rezagados, que se perdieron, las cuatro ya. Dos de los que tenían pase ya estaban dentro y no quería salir: una llama a otra y la otra le cuelga el teléfono. ¡Me ha colgado minhhhmana!, ¿será posible? ¡Y ahora apaga el teléfono! Pues no entramos. ¡Que sí! ¡Qué no! Pues yo me voy. ¿A quién se le ocurrió venir aquí? Es una idiotez. Me cabreo y suelto tacos en castellano y en arameo. Me subo al coche. Arranco. Me paran. Me convencen. Vuelvo a soltar tacos, me enfado más. Al final entramos todos, haciendo todas las trampas posibles.

Pido disculpas por mi enorme cabreo y los tacos... Las pizzas estaban riquísimas. Repetí.

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