Bienvenido a este mi cuaderno de bitácora

Querido visitante: gracias por pasar por aquí y leerme.
Aquí encontrarás ligeros divertimentos y algunas confidencias personales, pocas.
A mí me sirve de entretenimiento y si a ti también te distrae, ¡estupendo!.
Si, además, dejas un comentario... ¡miel sobre hojuelas! Un abrazo,
Guarismo.

domingo, 19 de diciembre de 2010

195. Cosas que ocurren, en 400 palabras (ciento veintinueve).

Cosas que ocurren

No me lo creía. Estaba como un idiota mirando a Ester, la empleada del despacho de loterías, que ya estaba de fiesta, y escuchando simultáneamente el grito que pegaba. Miré hacia atrás, no podía creer que me hubiera tocado a mí. Era mucho dinero. “Cálmate, Ester, dime lo que me ha tocado y dime que no me estás engañando y no te confundes”. “¡No me confundo, no te engaño! ¡Tienes el gordo, el premio más gordo que ha dado jamás esta administración!”. “Pero eso es mucho dinero”. “¡Sí, mucho, mucho!”. “¿Y qué hago?”. “Tendrás que ir a un banco”. “No me lo creo, no me lo puedo creer, es mucho dinero”. “Hasta ahora eres el que más tiene, lo demás está muy repartido”. “Y eso que intercambié varios...”, dije finalmente pensando en la suerte que había repartido entre mis hermanos y mis amigos.

Seguí atontado unos segundos, sin creérmelo. Miraba alternativamente a ella, atónito, y la pantalla de la maquinita que mostraba una cifra con muchos ceros. “¿Todo eso me ha tocado a mí?”. “Sí, todo eso es tuyo, ¡enhorabuena!”. “Bueno, bien, bárbaro... y, ahora, ¿qué hago?”. “Toma los décimos y vete a un banco; te los pagan allí”. “Vale, bien, muchas gracias, vendré luego”.

Guardé los décimos como oro en paño, sin soltar la mano de la cartera. Entré en un bar a tomar café y calmarme un poco. Llamé a mi mujer. “Nos ha tocado”. “¿Qué?”. “Que nos ha tocado el gordo”. “¿En serio?”. “En serio”. “Y qué vamos a hacer?”. “Y yo que sé; de momento ingresarlo en algún banco; luego, veremos”. “¿Cuánto ha sido?”. “Bastante”. Le conté los detalles. “¡Qué barbaridad, no me lo puedo creer!”. “¡Pues créetelo, que es verdad! Aunque a mí también me parece mentira”. “Ahora mismo llamo a los niños”. “Espera, no les digas nada, diles que vengan a casa esta tarde y se lo decimos los dos”. “Habrá que compartirlo”. “¡Claro!”.

Fui a un banco, negocié, no me gustó. Fui a otro, tampoco. Me fui al mío de siempre y allí los ingresé. “Ya negociaremos las condiciones”, dije, y me fui. Deambulé pensando si iría a trabajar o me cogería el día de vacaciones. Tenía que hacer cuentas. Lo dejaría para la noche, cuando estuviéramos todos. Entonces decidiríamos. Me fui a trabajar, aunque llegué tarde. No dije nada. Como si tal cosa no me hubiera ocurrido a mí.
Y aún no me ha ocurrido...

No hay comentarios: