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domingo, 12 de diciembre de 2010

194. A la búsqueda del camino, en 400 palabras (ciento veintiocho).

A la búsqueda del camino

Estaba desorientado. Salió a la calle como siempre y no la reconoció. Se dispuso a andar camino de su destino, como todos los días, y se encontró perdido. Tenía la sensación de que ya le había pasado lo mismo en semanas y meses anteriores, pero sabía que siempre había encontrado el camino, aunque algún día le costara más que otros. Hoy, en cambio, era distinto. Estaba confuso. No reconocía los edificios colindantes, no reconocía las calles. Le sonaba a nueva la cafetería que hacía esquina y la tintorería que estaba al lado. Juraría no haberlas visto nunca. Se enfrentó a un semáforo que no recordaba y cruzó como si no estuviera allí, a riesgo de ser atropellado. De hecho, el frenazo en seco de un autobús le salvó la vida. Al conductor no le dio tiempo ni a tocar el claxon, los viajeros cayeron unos sobre otros, debió haber algún herido, pero él ni se enteró. Cruzó la calle y siguió adelante, aunque sin saber dónde estaba ni adónde tenía que dirigirse. Miró el reloj: le pareció que era tarde, pero no estaba muy seguro. Se paró en la acera y miró los edificios a ambos lados de la calle. Los veía altísimos, estilizados, todos de un color gris cemento con ventanas largas y estrechas. No alcanzó a contar los pisos; la vista se le perdió a la mitad, cuando había contado cuarenta y siete. Juraría que nunca los había visto. “Me he confundido”, se dijo, “he cogido una calle nueva”. Miró el nombre de la placa en la siguiente esquina: “no, no me he confundido, ésta es mi calle”. Volvió, perplejo, a mirar hacia arriba y sintió como si los edificios se le vinieran encima, de tan altos. Grises, los edificios eran todos de color gris. Grises eran las aceras y la calzada, grises los carteles de los comercios. Hasta el cielo, cubierto de nubes, era gris. Comenzó a andar de nuevo, buscando colores distintos, buscando cómo orientarse para encontrar su camino. “Este camino lo he recorrido miles de veces”, se decía, “tiene que estar por aquí”. Anduvo sin rumbo toda la mañana. Miraba la hora de vez en cuando y siempre le parecía que era algo tarde, pero nunca estuvo seguro. Una cierta resignación le envolvía la consciencia, una cierta tristeza le atenazaba levemente el corazón, pero él seguía caminando buscando el camino.

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