Conferencia
Era mi primera conferencia en inglés. Llevo tiempo aprendiéndolo,
me voy soltando poco a poco… y esta vez acepté el reto. Fue en Pisa, ante un
auditorio más que respetable procedente de más de treinta países.
Hablo inglés con mi acento andalú. Los que me quieren me dicen que ese acento me da un gracejo
especial y simpático y que me queda muy bien. Eso espero.
Llega el día y la hora. Para empezar, la compañía aérea me
pierde la maleta, con traje y ordenador incluidos. Me presento en vaqueros y camisa
arrugada, deportivas y barba de dos días. Pude comprarme una hojilla de afeitar
pero, la verdad, con los nervios ni se me ocurrió. Todos trajeados y con
corbata, menos yo. Me miraban raro.
Afortunadamente, llevaba la presentación en un “pendrive” y
se la pude dar al técnico. Me dice que hay dos diapositivas en negro. “Bórralas”
le dije. Al rato me dijo algo en italiano que no entendí, pero asumí que lo
había hecho.
Llega mi turno:
“Good morning and thank you very much…” comienzo. Mientras digo las clásicas
palabras de agradecimiento, miro la pantalla donde debería mostrarse mi
presentación. Nada. Anuncio que, en breve, podrán ver las diapositivas. Me
pongo nervioso y hablo inseguro, pero me lanzo en caída libre a dar mi
conferencia tan ensayada. Por fin aparece un técnico, que se me acerca. “Excuse
me”, digo al público, y lo atiendo. “What do you mean? Have you deleted my presentation? Sure?”. “Yes,
sir”. “¡Oh, my God!”. Carcajadas, porque no cerré el micrófono. Miro al público
buscando a mi compañero, que tiene una copia, y, levantando las cejas hasta la
altura del flequillo, le hago indicaciones. No me entiende. “¡Pisha, ven!”, en andalú (lo de “pisha” no lo habrán entendido, espero).
Aprovecho para explicar mi atuendo. Me lío con mi inglés
porque eso no estaba en el guión, pero consigo hacerme entender y, de nuevo,
hacer reír al público, que me aplaude. Mientras, lanzo la presentación y…
¡horror, no es mi conferencia! “¡Pepe, caraho!
¿Te importa?”, en castellano y chillando (lo de “caraho” no lo habrán
entendido, espero). Risas. Pepe vuelve al ordenador. “Excuse me”, otra vez.
Finalmente, mis diapositivas se proyectan. Avanzo hasta la que
toca. “Great! Here you are…”.
Y la presidencia me dice: “Just five minutes”. “Ah, no!”. Aguanté estoicamente
las múltiples advertencias de tiempo y terminé mi conferencia. Por mis cohones.
(Ésta es una historia real. Le ocurrió a unos de mis
hermanos no hace mucho. Me he permitido contarla en primera persona, con alguna
licencia. Gracias, J. Ramón).
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