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domingo, 18 de marzo de 2012

255. Preocupar, en 400 palabras (ciento setenta y siete).

Preocupar

1.tr. Ocupar antes o anticipadamente algo.
2.tr. Prevenir a alguien en la adquisición de algo.
3.tr. Dicho de algo que ha ocurrido o va a ocurrir: Producir intranquilidad, temor, angustia o inquietud.

Éstas son las tres primeras acepciones con las que define el DRAE la palabra preocupar. No sé por qué la tercera no es la primera, que yo creo que es la acepción con la que más se utiliza la palabra.

Bueno, copiadas las definiciones, diré que yo me preocupo en la tercera acepción. Supongo que como todo el mundo, aunque es cierto que hay quien se preocupa menos y hay quien se preocupa más. Yo muchas veces me digo: “no te preocupes, que se solucionará” cuando tengo un problema. Y a veces recomiendo: “no te preocupes, ocúpate”. Yo mismo me lo aplico cuando el problema depende de mí o es mío.

Otros dicen: “Si el problema no tiene solución, ¿para qué te preocupas? Y si la tiene, ¿por qué te preocupas?”. Es fácil: no te preocupes nunca. Ideal.

No es así. Me preocupo por las personas de mi entorno más cercano. Si lo están pasando mal por alguna razón, me preocupo, me da un salto el corazón cuando pienso en ello, siento angustia. Sobre todo cuando en mi mano no está la solución inmediata. Porque si está en mi mano, puedo actuar y la cosa cambia. Pero cuando alguien próximo a mí sufre, sufro yo también. Y me viene a la cabeza esa sensación de impotencia que tanto pesa, que te aplasta. Yo deseo lo mejor para los que me rodean e intento hacer lo que puedo por ellos. Pero si no depende de mí, la cosa cambia y entonces me preocupo. Cierto es que en unas ocasiones es estúpido preocuparme porque son problemas menores; en otras, porque son problemas que soluciona el tiempo y, además, no dependen de mí; finalmente, hay ocasiones en que me preocupo por alguien que tiene un problema, el problema se soluciona y ese alguien no me lo comunica… y sigo sufriendo inútilmente. ¡Joder! Debería saber filtrar los problemas y preocuparme por aquéllos que realmente lo merecen (que, ¿cuáles son?). Los demás, pues nada: ocuparme si puedo y, si no, ignorarlos. Pero no preocuparme. Hacerlo es sufrir de forma gratuita y sin conseguir nada. Sufro porque ellos sufren… ¿y si ya no sufren? Son horas de angustia sin sentido.

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