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domingo, 11 de marzo de 2012

254. En un segundo, en 400 palabras (ciento setenta y seis).

Un segundo

“Ni ves, ni oyes, ni entiendes, ni sabes”. ¡Toma ya! Todo eso en un segundo, no más. Podría haber añadido: “inútil, imbécil, basura, incompetente”, pero no lo hizo. Menos mal. Claro que, entonces, si lo añade, habría tardado más de un segundo y no sería lo mismo. Los insultos tienen que ser rápidos y contundentes. Podría haberme dicho: “ciego, sordo, tonto y necio”, pero no habría sido lo mismo. “Ni ves, ni oyes, ni entiendes, ni sabes” es, ¿cómo diría? ¿Más elegante?, ¿más sutil?, ¿más educado?, ¿más fino? No lo sé. Quizá. Y todo por una idiotez. Ella dijo: “¡Anda, se me olvidó colocar a los chinos en orden” (lo dijo después de limpiar el polvo; los chinos son siete figuritas que adornan una de las estanterías de la librería de mi despacho; hoy le tocaba a ella limpiar la casa y, ¡vive Dios!, lo hace a fondo). Y yo le contesté: “Pues menos mal que no lo vi, que si no, te echo una bronca”. Se lo dije en broma, claro. No iba a echarle una bronca después de todo su trabajo, aunque lo hubiera visto. Pero ella no se lo tomó así y fue entonces cuando me dijo: “No, si tú ni ves, ni oyes, ni entiendes, ni sabes”. Aunque en este caso yo sólo “no había visto”. Lo de oír, entender o saber no venía a cuento. Pero era la ocasión: aprovecha y suelta todo lo que viene de atrás. No le quito razón, que la tiene: a veces, yo, tampoco oigo. O no entiendo. O no sé. Es cierto, pero creo que no es para echarlo en cara todo de golpe. O, por lo menos, para hacerlo por un hecho nimio.

Pero, claro, las mujeres son así (yo, a mi mujer, la quiero que la adoro). Son muy complicadas. Es difícil acertar con ellas. Requieren dedicación continua y no tienes otra opción que dársela. No importa lo que estés haciendo. Puedes estar concentrado en tus cosas, que eso no vale. Por ejemplo, te concentras leyendo. Si estás con ella, es imposible, porque te interrumpe continuamente. Está en su derecho, probablemente. Pero a ella tienes que prestarle atención en todo momento, hagas lo que hagas. Tienes que escucharla, entenderla, mirarla, saber del tema y contestarle adecuadamente. Pobre de ti si no lo haces. Porque, entonces, ya sabes: “ni ves, ni oyes, ni entiendes, ni sabes”.

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