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sábado, 12 de marzo de 2011

207. Salvaje naturaleza humana, en 400 palabras (ciento cuarenta y una).

Salvaje naturaleza humana

Es un tópico bien conocido. Y apoyado por hechos incontrovertibles a lo largo de la historia de la humanidad.

Vi estos días una serie de National Geographic sobre la segunda guerra mundial. Tremenda. No es que no lo supiera, claro, pero siempre se aprende algo más. La brutalidad humana no tuvo límites. Y qué decir de la primera gran guerra. Más brutal, si cabe, o menos, o igual, quién sabe; las armas eran menos contundentes pero la lucha fue atroz, encarnizada, horrible. Casi un siglo de ésta y unos 70 años de la anterior. Antes de ayer. Y qué decir de la guerra civil fraticida en casa.

Antaño, desde que el hombre es hombre, invasiones, exterminios, guerras sin piedad, razias, fanatismo religioso extremo... ¡cuántas barbaridades en nombre de un Dios!

Luego, más guerras, muchas y muy recientes, que sería largo enumerar. Hasta hoy, que siguen.

La Historia se escribe así: con las palabras guerra y fanatismo grabadas en sangre sobre la piel del hombre; con la palabra sufrimiento esculpida a fuego en el cuerpo humano; con las palabras odio, venganza, poder, desprecio, vejación, y muchísimas más, cinceladas a golpes de machete y de látigo sobre la espalda y el vientre del ser humano. Desgarrador.

El hombre no ha aprendido. La paz se queda en eso, en una palabra hermosa, pero nada más. El llamado mundo occidental sí está en paz, aunque no olvidemos los Balcanes, en pleno corazón europeo, y sus guerras raciales. Ni olvidemos las intervenciones en Irak, Afganistán y quién sabe si en Libia muy pronto. No olvidemos África, el continente ignorado, con sus guerras, sus hambrunas, su sufrimiento sin fin.

Es la tremenda hipocresía del mundo en que vivimos. Dedicamos más presupuesto a destruir que a construir. Y nos atrevemos a hablar de paz. Y no corregimos —ni siquiera lo predicamos— la ambición, la codicia, el poder desmedido... Triste historia la de la humanidad. No queremos aprender. No hemos aprendido.

Uno está aquí más o menos cómodo, con egoísmo sobrado, en este mundo que nos ha tocado vivir. Con problemas, sin duda, pero la mayoría menores si los comparamos. ¡Bendita fortuna!

Esto deberá cambiar. Los poderes políticos y económicos que gobiernan el mundo tendrán que reflexionar. Tendrán, algún día, que hacer el bien. Deberán usar la palabra, no las armas, para hacer un mundo digno, con un reparto justo de tanta riqueza. (¡Seré ingenuo!).

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