—¿Qué hacemos?
—Lo que quieras.
—Prefiero que decidas tú. Sorpréndeme.
—Sí... Te puedo sorprender, pero quizá no te guste.
—Pues prueba.
—No creo que lo aceptes.
—Bueno, inténtalo.
—Bien. ¿Nos vamos a la cama?
—¿Qué dices? Si son las cinco de la tarde.
—No hay mejor hora.
—No hay mejor hora para qué.
—Pues para irnos a la cama.
—A hacer qué.
—¿Tú que crees?
—Pues... no sé. ¿A dormir la siesta?
—Sí, claro, o a jugar al parchís. Vamos a ver: ¿qué se puede hacer en la cama a las cinco de la tarde?
—Pues... mira, no caigo. Dímelo tú.
—No te apetece, ¿no?
—No me apetece qué.
—Que vayamos a la cama.
—Yo no he dicho que no me apetezca. He preguntado que para qué.
—¿Tengo que decirlo explícitamente?
—No hace falta, si no quieres. Pero si no me lo dices, no sé qué vamos a hacer.
—¿Me estás tomando el pelo?
—No. Simplemente quiero saber lo que quieres hacer en la cama.
—Bueno, veamos, estudiemos las posibilidades: estamos solos en casa, los niños no llegan hasta esta noche, hace una primavera fantástica, la temperatura es ideal, nos queremos, la música que has puesto es deliciosa e invita a...
—¿A qué?
—¿A qué crees?
—Dímelo tú.
—Pues invita a irnos a la cama. Cerramos la persiana y encendemos unas velas...
—Sí, no es mala idea. Es muy romántico. ¿Y luego?
—Pero qué torpe eres... ¿Tengo que decirlo todo?
—Me has llamado torpe.
—Sí, pero no era mi intención; es una forma de hablar.
—Pero me has insultado.
—Ya te he dicho que no quise decirlo. Perdona.
—Pero me has insultado.
—Bueno, sí, es cierto, te he insultado. Pero de forma cariñosa, ¿no?
—Pues me ha parecido que no.
—Mira, te llamé torpe porque no entiendes. Aunque yo creo que sí lo entiendes, pero no quieres hacerlo.
—No quiero hacer qué.
—¡Joder...! Pues lo que se hace en la cama.
—¿Dormir?
—Se hacen otras cosas, ¿no crees?
—Pues no lo tengo claro.
—Me estás exasperando.
—Te alteras por nada.
—¿Cómo no me voy a alterar? Llevo quince minutos tratando de convencerte.
—Pues no lo has conseguido, ya ves.
—O sea que no quieres.
—Sí, sí quiero, torpe, que eres más torpe...
—¿Torpe yo?
—Sí, no aguantas una broma.
—¿Una broma?
—Sí.
—Vaya, con que ésas tenemos, ¿eh? Pues ahora soy yo quien no quiere. Ya no tengo ni ganas...
lunes, 8 de marzo de 2010
153. ¿Qué hacemos?, en 400 palabras (noventa y nueve).
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4 comentarios:
tienes algo en mi blog que pregunta por ti
"Insultar de forma cariñosa" me parece una de las expresiones de intimidad más maravillosa (y más absurda) del ser humano.
Una vez más, genial Guarismo.
Un besote!
Gracias, Marta, por citarme. Todo un honor.
Gracias, Carolina: sé que me estimas (o que estimas mis 400 palabras). Por supuesto, me haces un gran honor también.
Un abrazo, niñas.
Miguel
No son torpes. ¡¡Son tontos!! :)
Besicos.
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