Bienvenido a este mi cuaderno de bitácora

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viernes, 22 de enero de 2010

147. Un hecho real, en 400 palabras (noventa y tres).

Tengo información de primera mano sobre el hecho que relato. Es verídico: la historia que me cuentan los protagonistas coincide.

Un hecho real

Quisieron darse un masaje una tarde de vacaciones. Llamaron a un tailandés. “Bien, les abrimos. ¿Cuántos son?”. “Tres”. Él, su novia y la hermana de ésta. Llegan a las 18,45. Llaman a la puerta. Les abren y les dicen: sólo dos, que la tercera masajista no está. “Bien”, dice él, “pasad vosotras”. Él, mientras tanto, se va a dar una vuelta por la ciudad. Al rato recibe una llamada, que tarda en oír y cuando coge el teléfono habían colgado. No conoce el número. Lo busca en Internet (su móvil tiene acceso). Es el número de la casa de masajes. Devuelve la llamada; comunica; espera; llama de nuevo; sigue comunicando. Llama al móvil de su novia: “apagado o fuera de cobertura”; llama al de su cuñada: lo mismo. Llama otra vez al fijo: continúa comunicando. Empieza a ponerse nervioso. Ya son las 19,45. Se dirige hacia la casa de masajes. Llega y llama al timbre: no contesta nadie. Lo intenta de nuevo con el teléfono, con idéntica respuesta. Se pone más nervioso. Las ocho. Aporrea la puerta. Silencio. Aporrea más, sin resultado. Mira por el ventanuco y no detecta luz alguna. Espera: las 20,15. Repite el timbre, aporrea de nuevo, usa el teléfono otra vez. “¡Joder! ¡Las han secuestrado!”. Llama a la Policía. La Policía le pide datos y le dice que tiene que ir allí a poner una denuncia. Piensa, calcula: por lo menos una hora en ir, denunciar y volver. Duda. Llama a la tía de su novia, donde estaban alojados, porque su suegra es muy nerviosa: “Pilar, que creo que han secuestrado a las niñas”, “¿Quéeee? ¡Vamos para allá!”, responde alteradísima. La tía y la madre salen corriendo al coche, llorando a lágrima viva. Vuelve a golpear la puerta y luego intenta echarla abajo, cogiendo carrerilla y estampanándose contra ella. No se mueve, es blindada. Saca su móvil y busca en Google: “cerrajeros urgencia”. Llama a uno. Va para allá. 20,45: llega el cerrajero. Él, desquiciado, no articula una palabra coherente, pero consigue hacerse entender. El cerrajero saca sus herramientas y, en ese preciso momento, salen dos bellas chicas, relajadas y tranquilas.

Él grita un ¡hola! lleno de emoción y luego dice: “¿Pero no os han secuestrado?”. Llega la familia, descompuesta. Las chicas se explican: “Apareció la tercera masajista y te llamamos. No respondiste y descolgamos todos los teléfonos para relajarnos a gusto”. ¡Uff!

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Varios comentarios de varias personas, resumidos en uno:
jajajajajajajaaaaaaaaaaaaa me he reido un buen rato, buenisimo!!!! pero esto es real?? no me lo puedo creer!!! besotes al prota.

De peliiiiiiiicula... medudo susto se dió el mushasho...

Genial chaval pero que mal ratoooooo!!!!! JA JA JA.

Menuda historia y menudo susto. Me imagino que le compensarían al chaval con, por lo menos. 3 horas de masaje-relajación.

JA...JA...JA...JA...JA...JA...PERO QUÉ SUSTO.....YO HUBIERA PENSADO LO MISMO....

Anónimo dijo...

El susto: morrocotudo. La moraleja: el chaval está hasta las cachas enamorado de la chica.
¡Guau¡

Srta Pomelo dijo...

Yo también me hubiera alterado con la situación...hoy en día no te puedes fiar de nadie,

Ana Pedrero dijo...

Por dios, Miguel, eso es de cuplé de chirigota, jajajajajaja. Es genial, simplemente genial.

Mil besos.

p.d. Gracias por estar siempre, incluso en mis ausencias. :)

Ana Pedrero dijo...

p.d. ¿Sabes?? en todo este tiempo que he estado sin palabras, alguna vez me asomé a tu ventana para poner el vídeo de las olas y el mar. Y cerraba los ojos, ya sabes. Pero como no tenía palabras, no dejé constancia de mis idas y venidas.

Te abrazo.

Guarismo dijo...

Anónimos: gracias por vuestros comentarios.

Minisuina: así es... gracias por acercarte por aquí.

El hecho fue real, de verdad.

Guarismo dijo...

Berrendita:

Sé que lo que me dices es sincero. Gracias.

Me encanta saber que mis olas y mis playas le sirven a alguien para cerrar los ojos y ver... sobre todo si ese alguien eres tú, Ana. Por alguna razón que no sé explicar (o sí), tus comentarios los aprecio especialmente.

Un fuerte abrazo y no dejes de venir por estos lares.

Miguel