Bienvenido a este mi cuaderno de bitácora

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Guarismo.

domingo, 19 de mayo de 2013

304. ¿Vamos a la playa?, en 400 palabras (doscientas quince).

¿Vamos a la playa?

—¿Para qué?
—Pues… yo qué sé. Para disfrutar de la mar, las olas, la arena, el sol… para pasear, correr, tomar un baño...
—No está mal. Pero, ¿a ti eso te gusta?
—Claro que me gusta. Es mi pasión.
—No lo sabía.
—¿Que no lo sabías? ¿Es que aún no me conoces después de 40 años?
—Sí, pero no había caído en que te gusta la playa.
—¡Venga ya!
—Sí, vale, es broma. Claro que sé que te gusta la playa.
—¡Ah! ¿Entonces?
—Quería que me lo explicaras.
—Creo que no necesitas que te lo explique.
—Sí, es cierto.
—¿Entonces?
—Era broma, ya te lo dije.
—Sí. Bueno, ¿vamos a la playa?
—¿Para qué?
—¿Otra vez?
—¡Ah! Ya te lo he preguntado, ¿no?
—Sí, y te contesté.
—Es verdad. Pero no me ha quedado muy claro.
—Pues te lo repito: para disfrutar de la mar, las olas, la arena, el sol… para pasear, correr, tomar un baño...
—Pero no me dices toda la verdad.
—¿No?
—No. Ocultas lo que más te gusta.
—¡Ah! ¿Sí?
—Sí.
—Y qué es.
—Que te gusta hacer todo eso desnudo.
—Claro. No lo oculto, doy por sentado que ya lo sabes.
—Sí, pero me gusta que me lo digas.
—Pues te lo digo: me gusta bañarme, tomar el sol y correr desnudo en la playa.
—A mí también.
—Ya. Y me alegro. Es una auténtica gozada.
—Sí. Tú me lo enseñaste. Y me convenciste, aunque al principio me costó.
—Te costó poco. En cuanto comprobaste lo que se disfruta, dejaste de usar  bikini.
—La verdad es que sí. Da una sensación de libertad increíble. Desde entonces no sé bañarme con bañador.
—Eso me pasa a mí. En la playa disfruto el nudismo. Es sano, bonito, agradable, limpio, placentero.
—Sí.
—Aún no entiendo que no lo practique todo el mundo.
—Yo tampoco. Creo que hay muchos prejuicios.
—La gente es muy pacata.
—Y muy puritana.
—Es que piensan que el nudismo es pecaminoso.
—¡Qué tontería! Nada más puro…
—Yo creo que muchos lo desean pero no se atreven.
—Ellos se lo pierden. Si no saben disfrutar…
—El que prueba, repite.
—Es cierto. Tú y yo lo descubrimos hace casi cuarenta años y repetimos siempre.
—Quizá, algún siglo de estos, la gente lo pruebe y se imponga.
—¡Ojalá! Pero me cuesta creerlo. Tengo la sensación de que vamos para atrás.
—Sí. ¡Qué pena!









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