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domingo, 26 de septiembre de 2010

183. Noche incierta, en 400 palabras (ciento dieciocho).

Noche incierta

Eran casi las once de la noche y María estaba sola. Miraba por el balcón hacia ninguna parte. Aunque intentaba dirigir su mirada hacia la puerta de la casa, o a donde imaginaba que estaba la puerta de la casa, no veía nada; la oscuridad era absoluta. Miraba hacia ninguna parte, aunque ella creía mirar hacia la puerta de la casa. Nada, no veía nada. Ni siquiera las estrellas iluminaban la calle con su luz tenue; estaría nublado.

No obstante, María miraba con su mirada fija hacia donde suponía que estaba la puerta de la casa. Esperaba a su marido, que había salido a las nueve a dar una vuelta con el perro. Le extrañaba su tardanza y se asomó al balcón. Dos horas era mucho tiempo para dar una vuelta con el perro. Normalmente volvía en menos de media hora, una hora como mucho si el tiempo era bueno. Pero esa noche hacía frío y la oscuridad era absoluta. El pueblo se había quedado sin luz por la tormenta que había estallado a las ocho. No entendía María qué hacía su marido ni a dónde había ido. Abrió la ventana por si oía ladrar al perro, pero el silencio era sepulcral. La calma hacía presagiar una buena nevada después de la tormenta de las ocho, que fue de aguanieve con ventisca. Se le helaron las piernas y la cara y cerró el balcón. Su preocupación aumentó y decidió salir a buscarlos. Se abrigó convenientemente y salió a la calle.

A tientas abrió la cancela de la casa, hacía donde creía mirar cuando estaba en el balcón. A tropezones salió a la calle (¡malditos adoquines! ¡ya podían asfaltar de una vez!) y a tropezones cogió calle arriba pensando que su marido había seguido el camino de siempre. Su marido siempre cogía calle arriba, “para luego bajar”, decía. Unos copos blancos, o que suponía blancos porque no los veía, empezaron a caer silenciosamente sobre su cabeza. La calma era total, la oscuridad absoluta y el frío cada vez más intenso. Ni siquiera la nevada templaba el ambiente como ocurriera oras veces. Tuvo miedo y frío y desazón y no se atrevió a seguir. Se dio media vuelta y volvió a tientas a su casa. Intuía una noche larga e incierta. No funcionaban los teléfonos y el vecino más cercano vivía en el otro extremo de la calle, calle arriba.

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