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sábado, 4 de abril de 2009

103. El imperdible perdido, en 400 palabras (sesenta y siete).

El imperdible perdido

Esta mañana, camino del club donde juego mi partido de squash de los sábados, me he encontrado un imperdible perdido en la acera. “No es posible”, me he dicho, “un imperdible no se puede perder”.

Recuerdo que cuando descubrí, de niño, el artilugio y la palabra que le da nombre le pregunté a mi padre por qué se llamaba así. “Es porque nunca se pierde”, me contestó muy convencido mi padre, y yo le creí. “Claro, qué tonto, si se llama así es porque nunca se pierde”, pensé yo.

Hoy he encontrado un imperdible perdido, aunque, bien pensado, si lo he encontrado es que ya no está perdido, porque un imperdible nunca se pierde. Lo fui a coger pero lo pensé mejor. Sé dónde está y por lo tanto no está perdido, como debe ser, porque es imposible que un imperdible se pierda. Estoy seguro de que quien lo dejó allí no lo perdió, sino que lo depositó cuidadosamente en la acera sabiendo dónde lo dejaba. Es lógico. No se podía perder. Sería una grave contradicción perder un imperdible. Aunque puede que sí, puede que se le cayera a alguien y lo perdiera, no lo sé. Si es así, ese alguien estará como loco preguntándose qué pasó con el imperdible que se le perdió. Pensará como yo, que no es posible, que un imperdible no se puede perder. Y tiene razón, el imperdible no está perdido, porque yo lo encontré y sé dónde está. Lo que ocurre es que ese alguien no lo sabe y tiene un serio conflicto que seguramente le está volviendo loco. Me gustaría conocer a ese alguien y poder decirle que el imperdible no está perdido, que yo lo he visto; le resolvería ese conflicto mental que seguro está sufriendo. Se pueden perder unas llaves, un lápiz, la cartera, el reloj, unos pendientes, las gafas, hasta el coche en un gran aparcamiento, se puede perder la cabeza, pero un imperdible, nunca. Ese artilugio se llama, y es, imperdible, por lo que nunca se pede perder. De hecho, no está perdido, pues yo lo he visto y sé dónde está. Otra cosa es que quien crea que lo perdió lo ande buscando como loco pensando que se ha perdido, pero no se ha perdido, es imperdible. Yo lo he encontrado. Lo que no sé es si estaba perdido hasta que lo encontré. Tremenda duda.

3 comentarios:

Bicho dijo...

A lo mejor salió a dar un paseo y se quedó en la acera tomando el sol y esperando a que pasaras. A lo mejor luego volvió casa, satisfecho. O a lo mejor no fue él quién se perdió. A lo mejor es su dueño el que anda perdido. O a lo mejor es verdad que se ha perdido y la explicación que todos los padres y madres del mundo dan a sus hijos es una falacia y la hemos jodido. Pero si se ha perdido, será un consuelo para su antiguo dueño saber que tú has dedicado un buen rato a reflexionar sobre su existencia.

Y de paso me has hecho reflexionar a mi otro tanto.

Un besazo Miguel!

Anónimo dijo...

Me lo he pasado bien con esta entrada, Miguel. Porque yo, que tengo muy interiorizada a Raquel, el personaje de Bergai, pienso que esto le podría haber pasado a ella. Encontrarse perdido un imperdible y preguntarse cómo pudo haber sido. Jugar con las palabras... nos gusta tanto a los dos, que tú disfrutas haciéndolo y yo viendo cómo lo haces.

Un beso, Miguel.

(Aún no me he puesto manos a la obra con el tema Lulu, he mirado, eso sí, la página aquélla que me dijiste y me gusta, además es muy sencilla, en cuanto me ponga y salgan dudas, que saldrán, te cuento, ¿vale? Muchas gracias.)

Guarismo dijo...

Gracias, fiel Carolina. ¡Vaya lío me armas con el imperdible perdido después del que armé yo! Va a resultar que un imperdible se puede perder...¡Uf! Esto va en contra de mis principios. (Afortunadamente el DRAE reconoce una segunda acepción que nos quita de dudas...).

Gracias, amable Jenny: sí, me gusta jugar con las palabras y más si sé que te gusta cómo lo hago, que te gusta, según dices; gracias. Y no te quepa duda: Raquel se habría hecho un lío con el imperdible perdido. (Ya me contarás de lulu).

Un abrazo a las dos,

Miguel