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sábado, 15 de noviembre de 2008

81. Hay días en los que... en 400 palabras (cincuenta y tres).

Hay días en los que…

Hay días en los que uno no está para nada. Y, entonces, entiendes por qué alguien dice, de pronto, “¡Joder, hoy me tuve que quedar en la cama!”. Yo nunca lo hice, ni siquiera cuando pasé aquella larga y profunda depresión. Ni un solo día me quedé en la cama, y ganas no me faltaban, porque –tuve suerte de que el sueño no me abandonara- lo único que me apetecía por aquel entonces era dormir y zapear con la TV. Sí, era lo único que me consolaba en mi profunda e irracional pena. Pero no podía permitir dar mal ejemplo en casa, así que no falté nunca al trabajo… para no trabajar, aunque sí estar, hasta que me echaron, claro. Mi jefe me dijo textualmente: “yo no creo en esas zarandajas de la depresión, así que tienes una semana para cargarte las pilas”. Pasó una semana, me dio un mes y terminó dejándome en la puta calle. Y sin paro, que yo era autónomo por aquellos tiempos.

No sé a qué viene esto de la depresión… ¡Ah, sí! A que hay días en los que es mejor quedarse en la cama. Como hoy: me levanto, me siento a desayunar y no tengo naranjas, ayer me olvidé de comprarlas; pongo la leche a calentar; la saco del microondas y vierto parte del contenido sobre la encimera y el suelo; paciencia; cojo un paño y la fregona y los paso; pero la leche es pegajosa y he de hacerlo bien: mojo el paño y saco el cubo, que lleno de agua y jabón; limpio; relleno el tazón, lo caliento, me sirvo azúcar moreno y café. Unto las galletas de mantequilla; una se me cae al suelo, mantequilla abajo, claro. De nuevo, la fregona. Tomo el café. Cojo la cajetilla de tabaco para disfrutar el mejor pitillo del día: vacía, anoche acabé con el último. Voy a ducharme: no hay agua caliente (y recuerdo el cartel en portería que rezaba: “mañana, 08:00, se corta agua caliente”); las 08:05; ¡qué puntuales, joder! Me ducho con agua fría-helada (“esto fortalece”, me digo).

Salgo, cojo el coche; atasco, atasco, atasco; llego a la oficina, tarde; bronca. Reúno a los técnicos, que me cuentan problemas y retrasos; todo son problemas y retrasos en los proyectos. Y… no cuento más. El resto del día fue peor y seguro que no interesa a nadie.

3 comentarios:

Bicho dijo...

Jejeje!Yo tuve "un día de esos" el miércoles. Me faltó el derrame de leche y la galleta boca abajo porque no me dio tiempo a desayunar, pero el resto fue "para olvidar". A las diez de la mañana mis instintos asesinos ya estaban a flor de piel, fue un milagro que no protagonizara la crónica de sucesos.

Qué disfrutes el fin de semana, sin atascos, ni desayunos rebeldes, ni duchas frías!

Un besote!

Anónimo dijo...

Alguna vez que he tenido la sensación de que era "uno de esos días", no me he atrevido a contarlo. Porque las veces que lo he hecho, le han restado importancia.
No es para tanto estar torpe, no es para tanto lo del agua, no es para tanto estar despistado.

¡Sí lo es! En "uno de esos días" todo es para tanto.

Un beso. Miguel.

Anónimo dijo...

La ley de Murphy es universal.