Cái, la mar de cerca, la mar de lejos.
Hasta el 92, año de la “Expo”, yo tardaba a Cái una jartá de horas. Antes de adecentar el Paso de Despeñaperros, desde Madrid echaba doce, trece horas... o más. Claro que, entonces, estudiante y con mi Simca mil de quinta mano no es que pudiera correr mucho, no. Pero tampoco había oportunidad. Si pillabas un camión delante –raro era no estar detrás de alguno– tardabas la intemerata en adelantarlo... y, total, pa qué, que luego tenías que adelantar a otro y a otro y a otro más... hasta novecientos camiones adelanté en un viaje, que los conté (entonces daba tiempo).
Luego desdoblaron Despeñaperros y el viaje bajó a nueve o diez horas. Pasabas por Aranjuez, donde comprabas fresas, La Guardia, Puerto Lápice, Manzanares, Valdepeñas, Santa Cruz de Mudela, entre los cipreses que conducen al cementerio, hasta que le hicieron el túnel, Almuradiel, que señala en un bonito monumento el Museo de la Marina en Viso del Marqués, Santa Elena, donde comías, La Carolina, Guarromán, con su doble vía (¡albricias, se podía adelantar un camión al menos!), Bailén, donde comprabas cerámica, Andújar, El Carpio, Córdoba, La Carlota, Écija, con la caló, Sevilla, Dos Hermanas, Los Palacios, La Cabezas de San Juan, El Puerto de Santa María, Puerto Real, donde to er mundo era guardia, San Fernando... y llegabas, agotao, a Cái. Pasabas por el centro de todos y cada uno de los pueblos citados, salvo que mi memoria falle.
Y llegó el 92, año de la “Expo”. Autovía hasta Sevilla. Autopista hasta Puerto Real, donde to er mundo era guardia, que ya no, no es necesario. Bajé a las seis horas de un tirón. Se podía hacer en cinco, si corrías un poco, y hasta en cuatro y media.
Había entonces un cartel a mitad de camino que rezaba: “Cádiz, la mar de cerca”. Y era cierto, en su doble sentido.
Pero ahora no. Ya no se pasa por el centro de los pueblos, que tenía su encanto, pero tardo entre siete y ocho horas: la autovía no la han remozado desde que la parieron, dieciséis años van ya; tiene baches, muchos; curvas malas, muchas; limitación de velocidad, a mogollón, 120, 100, 90, 80, 60, 50... y radares, muchos radares. Y camiones... ya ni los cuento.

Cái, la mar de lejos. Aunque repose sobre la mar. ¡Qué pena! Y sin AVE.
© 2008, el autor de este blog.