Bienvenido a este mi cuaderno de bitácora

Querido visitante: gracias por pasar por aquí y leerme.
Aquí encontrarás ligeros divertimentos y algunas confidencias personales, pocas.
A mí me sirve de entretenimiento y si a ti también te distrae, ¡estupendo!.
Si, además, dejas un comentario... ¡miel sobre hojuelas! Un abrazo,
Guarismo.

sábado, 31 de julio de 2010

175. Mis hijos, en 400 palabras (ciento doce).

Mis hijos

Siempre he dicho a mi hija esta frase: “Princesa, si eres feliz, yo soy feliz”. Y es cierto. Luego uno tiene sus cosas, sus preocupaciones y sus problemas y, a veces, no es feliz, pero por otras razones. Pero si mi hija es feliz, yo soy feliz. Si mi hija es feliz, me lleno de gozo. Supongo que es lo natural, lo humano y lo lógico. Pasión de padre y ambición innata para la hija preferida (el otro hijo es, claro, mi hijo preferido; no tengo más que dos). Pero me aterra como padre que mi hija lo pase mal, que sufra. También que sufra mi hijo, aunque la sensación es diferente. Quizá porque veo a mi hijo más fuerte, más duro y más tranquilo, y a mi hija más frágil.

Quiero que mis hijos se endurezcan con la vida. Sufro si los dos sufren, pero cuando no puedo poner fin a sus problemas, después de darles mis mejores consejos ante las dificultades, siempre les digo: “eso curte”.

Ambos han pasado sus crisis, como todos. El “eso curte” se lo toman ya a broma, de tanto repetirlo, pero es lo cierto: toda esa experiencia —sobre todo la mala, lamentablemente— curte. Y se hacen hombre y mujer. Ya lo son. Ya viven cada uno su vida, con su pareja y su trabajo. Ambos son buenas personas y buenos profesionales. Doy gracias a Dios por ello. Y son independientes. Bueno, cuasi independientes, porque uno cuenta con su madre para la tartera casi diaria, y la otra, que en esto sí es independiente, para contarle sus cuitas. El otro las cuenta menos, probablemente porque las asume mejor; pero para mi hija, intransigente y perfeccionista donde las haya, sus cuitas las tiene que escuchar su madre —lo que es buena cosa— hasta que se desahoga y se serena. De rebote me llega a mí. Es entonces cuando sufro, porque creo que en esos momentos no es feliz, y yo tampoco, y me sale la frase, haciendo de tripas corazón: “eso curte”.

Son distintos, pero tienen algo en común: creo que nos adoran (espero que no se enteren de que lo sé). Y a su madre la adoran extraordinariamente, claro que es por mérito propio.

Es una bendita fortuna tener estos dos hijos. La naturaleza, supongo, hace que me sienta padre y que ese sentimiento sea lo mejor que tengo, sin duda alguna.

sábado, 24 de julio de 2010

174. Promesas de verano, en 400 palabras (ciento once).

Promesas de verano

Las vacaciones, al caer, y yo con estas dudas. Veamos: tengo pendiente continuar, y luego acabar, un cuento fantástico para chavales que comencé hace ya... ni me acuerdo; tengo escritas 106 páginas y quiero llegar a las doscientas y muchas. Bien. Tengo también pendiente una novela que aún no sé si será de intriga, o negra, y de la que tengo escritas las primeras páginas y el argumento a medias. Tengo además esta bitácora con la que cumplo semanalmente.

Y llega el verano, con sus vacaciones y mi plan de siempre y he de hacer algo.

Mi plan diario es muy sencillo: a las ocho me levanto; a las nueve estamos en mi playa de Cái, a esas horas vacía; corro una media hora, con mi perro Golfo, mientras mi mujer pasea a buen ritmo; luego me baño, paseo con ella y charlamos un rato; después hago fotos a olas y gaviotas, por si alguna me sale bien para publicar aquí. A continuación, aperitivo de patatas fritas al ajillo y más fotos, más baño y un rato de sol. Si se tercia, juego a las palas con algún amigo playero. A las doce, doce y media a más tardar, estamos en casa. Riego, compras si hay, alguna tarea de casa pendiente y comida a las dos. Lectura y siesta en el coy con mi ipod, escuchando la Pasión según S. Mateo, Las Indias Galantes de Rameau o una selección de música clásica. Un placer, la siesta.

Sobre las cinco, listo para trabajar, es decir, para escribir. Salvo alguna tarde de hipermercado, de paseo por Cái o de encontrarme con mis numerosos hermanos en reunión familiar, tengo todas las tardes para mí hasta la hora de cenar. Así escribí gran parte de mis tres primeras novelas... lo que me pasa ahora es que estoy vago y no arranco. Por eso escribo esto, para comprometerme, para cumplirlo, para estar seguro de que me voy a esforzar y continuar de una vez. Así que lo prometo públicamente.

A las diez, la cena, al aire libre si el fresco Poniente o el travieso y caluroso Levante lo permiten. Para terminar, la consabida partida de cartas con mi mujer y los hijos, si van y no han salido de juerga. Entre las doce y media y la una, a la cama.

Y sin televisión, salvo la tentación del tenis, cuando lo hay.

domingo, 18 de julio de 2010

173. Otra ola, de mis playas de Cái.

Diez instantáneas de otra ola de mis playas de Cái... un regalo para la vista y el espíritu.

domingo, 11 de julio de 2010

172. Cái, desde la torre Tavira

La Pepa. 1812-2012
Y "el templo de ladrillo colorao", para Berrendita.

lunes, 5 de julio de 2010

171. Ola, de mis playas de Cái.

Diez instantáneas de una ola de mis playas de Cái.


Y un vídeo de las olas...