Bienvenido a este mi cuaderno de bitácora

Querido visitante: gracias por pasar por aquí y leerme.
Aquí encontrarás ligeros divertimentos y algunas confidencias personales, pocas.
A mí me sirve de entretenimiento y si a ti también te distrae, ¡estupendo!.
Si, además, dejas un comentario... ¡miel sobre hojuelas! Un abrazo,
Guarismo.

jueves, 27 de marzo de 2008

39. Un día cualquiera, en 400 palabras (veintiuna).


Un día cualquiera

Suena, lo apago, suena otra vez, lo apago de nuevo; me levanto, me estiro, bostezo con pereza, me pongo el albornoz; desayuno, enciendo un pitillo, me aseo, me visto; pongo el collar al perro, lo saco de paseo, breve, lo subo, le quito el collar, le doy de comer, le pongo agua; bajo, me siento en el coche, conduzco, llego, subo a la oficina; ¡buenos días!, reviso la agenda, hago llamadas; me llama el jefe, despacho, discuto, sugiero, analizo, comento, insinúo, acato. Enciendo el equipo, me conecto, accedo, leo, reviso, escribo, corrijo, guardo, imprimo, recojo, leo, corrijo, escribo, guardo, imprimo. Llamo a García, se sienta, me cuenta, le digo, propone, discuto, le cambio, discute, decido. Bajo a la calle, enciendo un pitillo, medito, lo apago, subo, me siento. Llamo a López, lo espero, no llega, lo busco, le insto, entra, se sienta, me mira, se excusa; me cuenta, le pregunto, me expone, le sugiero, se opone, me explica, le insisto, le aclaro, le razono, le sonrío, se niega, discutimos; le demuestro, se calla, piensa, responde, me argumenta, le replico, me refuta, lo rechazo, le impongo; baja la vista, se levanta, se va. Me llaman, contesto, espero, escucho, me disculpo, prometo, cuelgo, anoto, convoco reunión. Preparo, reviso, busco, contrasto, estudio, analizo. Salgo a comer, vuelvo, preparo café, charlo de fútbol, gasto una broma, me miran, repito, no se ríen, me voy. Espero, nos sentamos, reclamo puntualidad, se callan; expongo el caso, silencio; pregunto, silencio; miro a Pardo, baja la vista; señalo a Lola, se me encara, se defiende, acusa, se calla; interviene López, ataca, Lola enrojece, acepta, se excusa; pido explicaciones, habla Pardo, justifica a Lola, Lola sonríe, López calla; me enfado, no reaccionan, analizamos, debatimos, exijo resultados, no acepto pretextos. Terminamos. Cojo el teléfono, llamo, me comprometo. Cierro el despacho. Subo al coche, arranco, conduzco, paro, arranco, circulo, llego a casa. Me pongo el chándal, leo el Quijote, fumo un pitillo, pongo la tele, zapeo, veo las noticias, zapeo, me trago anuncios, zapeo, bazofia, zapeo, apago la tele; preparo la cena, queso, anchoas, lechuga, cerveza; ceno; enciendo la tele, zapeo, bazofia, apago la tele. Enciendo el equipo, leo el correo, me río, reenvío, borro basura; abro Internet, leo la prensa, me cabreo, leo deportes, me aburro. Vuelvo al Quijote, me concentro, me relajo, disfruto, me río. Me meto en la cama, enciendo la radio y me duermo.


© 2005, el autor de este blog.

domingo, 23 de marzo de 2008

38. Recogida del Nazareno en La Isla. Semana Santa de 2008.

Con una cámara pequeña, de lejos, mal sonido, con temblor en las manos por sostenerla en alto y con gente de por medio (o sea, estupendo) he sacado este vídeo del encuentro del Nazareno con la Virgen de los Dolores y la recogida, en La Isla. Merece la pena presenciarlo en directo. Tiene su emoción. Y el cómo mecen los pasos es único, no creo que lo hagan así en ningún otro sitio. La música es "Encarnacion de la Calzada", de J. Santos, 1983. Dura 7 min. y 27 seg. Puedes avanzar según se vaya descargando.




La música ("Encarnacion de la Calzada", de J. Santos, 1983) la puedes escuchar aquí, con mejor sonido:

jueves, 20 de marzo de 2008

37. Viaje a Cái, en 400 palabras (veinte).


El viaje a Cái


Soy un ciudadano de los del montón, que intenta ser amable con todos y no quiere incomodar a nadie; soy sensible a la buena marcha de mi país (ya ven, no digo mi nación o mi patria, para no ofender) y que quiere vivir normalmente con los medios que el Estado proporciona y lo que uno se ha ganado con su trabajo.

Mi intención es irme el Jueves Santo a mis tierras de Cái. Estoy preocupado con el viaje. Me asusta pasarme diez o doce horas en la carretera. Intentaba decidir cuál sería la mejor hora para salir, cuando recordé que mi admirado Pere dijo hace algún tiempo que la culpa de no sé qué gran atasco era de la gente, que no habían escalonado la salida, vamos, que no se habían puesto de acuerdo. Su argumento me iluminó. "¡Claro, ya está!", me dije eufórico. "¿Cómo no se me había ocurrido antes?".

Tengo un día por delante y me pongo manos a la obra, que soy muy disciplinao. "Es muy sencillo, sólo tengo que saber cuántos se van de vacaciones el jueves y, de ellos, cuántos van a Cái, cuántos a las 6 de la mañana, cuántos a las 7, y así a lo largo de todo el día. Elegiré la hora menos cargada." Es de cajón. Este año llegaré a Cái en menos de 7 horas, todo un éxito.

No, no se trata de llamar a los 5 ó 6 millones de madrileños. Para eso uno es matemático y algo de estadística sabe. Calculo la muestra para que el error sea inferior al 5%.

Cojo la guía telefónica y empiezo por la A.

-¿El señor Aarón Abagorda, D. Abel?
-Sí, dígame.
-Mire, le llamo porque me voy de vacaciones el jueves...
-Y a mí qué puñetas me importa -me interrumpió.
-Déjeme que le explique, verá. Es que no quiero coger atasco y estoy haciendo una encuesta para ver qué madrileños van a Cái y a qué hora salen. Así podré elegir la mejor hora.
-Vaya, no es mala idea. Pero a mí no me cuente, que me voy a Benidorm.
-Pues va a tener el mismo problema...
-Tiene razón. Bueno, pues pregunte también por los que van allí y luego me llama.
-Faltaría más.

Es jueves, las once de la mañana y sigo colgado al teléfono. Voy Cái. Que sea lo que Dios quiera.

viernes, 14 de marzo de 2008

36. A mi perro Golfo, en 400 palabras (diecinueve).

Valgan estas pobres y simples estrofas, en cuatrocientas palabras, para hablar sobre mi perro. Están entresacadas de los 1.180 versos que componen “El encuentro, el noviazgo y, en verso, 25 años” que le escribí a mi contraria cuando nuestras bodas de plata, recogiendo nuesta vida en tono de broma. No soy poeta, a la vista está (y ya me lo dijo estrella de mar) pero me divertí mucho componiéndolos y, más, leyéndolos en la cena familiar. He añadido las últimas estrofas, por actualizarlo.

A mi perro Golfo

Desde que era pequeñita,
y casi todas las mañanas
me decía mi hija Yoana:
“Papá, quiero un perro en casita.”
“Si quieres en casa un perro,
entonces has de elegir:
¿por quién vas a decidir?
¿por tu padre... o por el perro?”
Yo siempre le respondía así
y ella al rato me decía:
“perro, papá”. Sí, perro quería...
más tarde lo descubrí.
Un día me dice en el coche
“¿me compras un perro, papá?”;
“preguntémosle a mamá”,
respondí yo sin reproche.
Y es que estaba tan seguro
de que mamá diría que no
que en absoluto me importó
preguntarle sin apuro.
Pero, ya una vez en casa,
cuál no sería mi sorpresa
que, sentados a la mesa,
dijo su madre, con guasa:
“Pues me hace mucha ilusión
y nunca me atreví a pedirlo.
¿Querrás, papá, permitirlo?”
¡Vaya, qué gran decepción!,
pues contaba con su apoyo.
Me sentía yo tan seguro
de que a mi favor sería un muro...
¡y resulta que fue un escollo!
Entonces me debieron pillar
en un momento muy débil,
pues dije, poniéndome flébil,
“lo tendremos que pensar,
¿de qué raza lo queremos?
¿será hembra o vale un macho?,
¿bobalicón o vivaracho?
¿con pedigrí o callejero?”
Y la decisión tomamos.
Pronto fuimos a por él;
de raza, Cócker Spaniel,
que así lo seleccionamos.
Nariz chata, hocico largo,
pelo negro de azabache
y suave como un mapache;
en los brazos me hice cargo.
Dije yo: “Esto es el colmo.
“¿Y cómo le llamaremos?"
“Tiene cara de pilluelo”.
“Pues le llamaremos Golfo”.
Y ahora he de confesar
que estoy con él encantado
que duerme en cama a mi lado
¡y que le he querido besar!
Es de casa la alegría,
aúlla cuando nos vamos
y, cuando de nuevo entramos,
nos hace unas perrerías...
Ahora está tan sordo el pobre
que da pena cuando lo llamo,
cuando le grito o lo reclamo,
pero sigue siendo noble.
Es, como nadie, mimoso,
nunca se nos separa.
Cuando nos ve, ya se prepara
y se pone cariñoso.
En la playa corre conmigo,
del uno al otro extremo,
y ladra sin ningún freno
hasta que por fin hago el giro.
Le dan miedo las grandes olas,
pero si la mar está calmada
nada, nada y requetenada,
moviendo a ritmo la cola.
Tiene edad ya de jubilado,
sesenta y cinco ha cumplido;
y sigue como siempre ha sido,
juguetón, alegre, animado.

viernes, 7 de marzo de 2008

35. Todo a medias, en 400 palabras (dieciocho).


Todoamedias.com

Yo llamo a mi mujer todoenorden y ella me llama a mí todoamedias.com.

Es fácil de entender. No voy a definirla a ella, que ya el nombre lo dice todo. Pero lo mío sí merece la pena que le dedique, al menos, unas cuatrocientas palabras. Veréis:

Yo hago pocas cosas en casa, porque el peso, desde siempre, lo lleva ella. No es justo, lo sé, pero es así. Por temporadas intento cambiarlo, pero creo que ya no es posible. Además, las pocas cosas que hago las hago a medias: si saco la basura, no pongo la bolsa nueva (bronca); si lleno el lavaplatos, no lo enciendo (bronca) o lo lleno y lo enciendo sin poner la pastilla de jabón, que no sé qué es peor (bronca); si salgo del cuarto de baño, no apago la luz (bronca); si voy a por el pan, se me olvida el periódico (claro, iba sólo por el pan, ¿eh?); si programo una grabación de la tele, se me olvida apagar el vídeo (condición sine quanon para que funcione) y la dejo sin su programa favorito; si llevo a los niños a las clases de squash, vuelvo sólo con uno, que la niña me la dejo en el club -me ocurrió hace años, cuando eran pequeños, es verídico- (broncazo, claro); tras la deliciosa siesta, el fin de semana, me pongo a trabajar en el ordenador y no saco las cosas del lavaplatos -el día que me acuerdo de ponerlo-, que es lo único que me toca (entonces las saca ella, sólo hay bronca si intento ayudarla); si saco al perro yo solo, se me olvida ponerle el collar o dejo la correa en casa; si le pongo la comida, se me olvida el agua, o al revés; si estoy escuchando música y mi mujer me habla, le contesto, si la oigo, y mantengo un rato la conversación hasta que me despisto, me callo y la dejo a la mitad de la charla (bronca); si hago la cama, algún día que madrugo menos, no pongo la colcha o dejo las almohadas al aire; si recojo la mesa, nunca friego la placa; y, en fin, si hago otras cosas con mi mujer, me olvido de ella y la dejo a medias. ¡Un éxito!

Sobre las broncas no digo nada, que tiene toda su santa razón.

Me tengo bien ganado el nombre. ¡Aunque algo tendré que hacer!