La llorona
Yo estaba sentado a una mesa del bar de la esquina, con el
frío que hace no hay quien se siente en el parque, tomando mi café y leyendo el
periódico, sin mi perrita Pizca, que no la dejan entrar, cuando ella se sentó a
la mesa de al lado, llorando. La miré sobrecogido, pues su llanto era bien
manifiesto. Parecía desconsolada. Alta, espigada, morena, atractiva, le calculé
unos treinta años. Apoyó los codos en la mesa y se enjugó las lágrimas con una
servilleta de papel, de esas que no enjugan nada. Yo diría que consumió medio
servilletero hasta que, por fin, dejó de llorar. Me miró y no perdí la ocasión
de decirle “¿puedo ayudarte?”. “Sí”, me respondió. Me acerqué y me senté a su
lado. “Cuéntame”. “¿Perdona?”. “No, perdona tú, pero te he preguntado si puedo
ayudarte y me has dicho que sí”. “¡Ah, sí, claro!”. “Pues cuéntame”. “Estoy
triste”. “Ya lo veo, ya”. “Es que…”. Y comienza a llorar de nuevo. Le acerco mi
pañuelo, más efectivo que las servilletas para enjugar sus lágrimas. “Gracias,
pero es que…” y sus lágrimas brotan de nuevo sin remedio. “Pero mujer, cálmate.
Seguro que no hay nadie que merezca que llores así por él”, aventuré yo,
pensando en un desencuentro amoroso, y acerté. “Es que el muy canalla…”.
“¡Vaya! Es eso, ¿no?”. “Sí, se me ha liado con otra”. “Bueno, peor para él”. “Y
para mí”. “No lo creo. Si se ha ido es que no te merece”. “Estoy enamorada”.
“¿Enamorada de alguien que te abandona por otra? No seas tonta. Olvídalo”. “Eso
me digo, pero no puedo”. “Sí puedes”. “No puedo”. “Bien, pues búscate otro
novio”. “Ya quisiera. No me gusta ninguno”. “Seguro que alguno sí”. “Bueno, sí,
pero no es igual en la cama”. “Vaya”. “Es que el que me ha dejado era
increíble”. “Pero hay algo más que cama, ¿no?”. “Sí. ¿Cómo eres tú en la
cama?”. “Un fenómeno”. “¡Venga ya, a tu edad!”. “Pues sí”. “¿Probamos?”. “¡Uf!
No”. “Me apetece un montón”. “Gracias, pero no”. “Es que… me lo imagino y me
pongo muy… contenta”. “Me alegro, pero…”. “Demuéstrame que eres un fenómeno”.
“No, no puedo, estoy casado y soy fiel a mi mujer”. “Pero no se va a enterar”.
“O sí, si se lo cuento”. “Pues no se lo cuentes…”. “Ya, es una opción”.
Otra, y van tres. Debo de estar buenísimo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario