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domingo, 22 de abril de 2012

260. El camino, en 400 palabras (ciento ochenta).

El camino

Veía el final del camino allá a lo lejos. Demasiado lejos. Me daba pereza andar tanto, pero había de hacerlo. Era mi camino y no tenía otra opción que recorrerlo. Me puse a andar. Desde aquella perspectiva, el camino parecía recto y limpio. Bordeado por multitud de árboles y matorrales, algunos con flores, hasta parecía bonito. A mí me lo pareció y me entusiasmé mientras andaba. Aceleré el paso y terminé corriendo. A medida que corría, mi contento era mayor y mi entusiasmo, desbordante. Era joven. La pasión me invadía y el camino parecía esperanzador y sin obstáculos. La verdad es que no veía el final del camino, sólo lo imaginaba. El camino se perdía allá a lo lejos y no podía ver el final. No importaba. Yo lo recorría con entusiasmo, y con prisas. Lo veía tan largo que tenía que correr. Lo entiendo, porque entonces era joven y tenía que ser así. Bendita juventud. No recuerdo que tuviera obstáculos… o sí, no lo sé: quizás, si los había, los superaba sin problemas, con ganas, con ilusión. Corrí mucho, aunque no siempre con éxito, supongo. Pero no importaba: vivía la vida con fruición. Bendita juventud. Corrí mucho, sí, tanto que no hubo tiempo de fijar todo en mi memoria. Lástima. Intento revivir aquellos años de joven y no lo consigo. Me hago un resumen, pero no consigo revivirlos. Tengo sólo una idea vaga de aquellos años. Y me da rabia tener tan mala memoria porque me gustaría recordar cada detalle, cada vivencia, cada sensación. Si recordara todo, podría volver a vivirlo. Supongo que por eso no lo recuerdo, porque no es posible vivir la vida dos veces. Ni siquiera con la mente. No sé qué dirán los psicólogos y psiquiatras al respecto, pero yo creo que no es posible. Si lo fuera, yo me enfrascaría en vivir mi vida de nuevo y entonces, quizá, no viviría mi vida actual. O sí, no lo sé. O no viviría mi vida actual hasta que no reviviera la de años atrás. Vaya lío. En cualquier caso, no puedo hacerlo, o no sé hacerlo, y he de vivir mi vida actual. No me quejo de ello, en absoluto. Es cierto que el final del camino está más cerca, claro, es ley de vida, pero espero que esté aún muy lejos. Aunque no pueda revivir mi juventud, viviré lo que toca ahora.

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