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domingo, 1 de abril de 2012

257. Diferencias, en 400 palabras (ciento setenta y nueve).

Diferencias

A él le gustaba el deporte; a ella, no. A ella le gustaba el cine; a él, no. Ella era ordenada; él, un desorden en sí mismo. Él era la decisión personificada; ella, la indecisión más absoluta. Él era de ideas fijas; ella, una variación continua. Él quería siempre; a ella le dolía la cabeza. Ella trabajaba en la oficina y en casa; él sólo trabajaba en la oficina, muchas horas, eso sí, y en casa descansaba. Él nunca entendía que ella estuviera cansada; ella no entendía que él no la entendiera. A ella le encantaba leer; él prefería la tele, más si retransmitían deporte. Él madrugaba; ella, trasnochaba. Ella aprendía francés; él, inglés. Ella cocinaba; él, a lo sumo, hacía el café. Ella quería tener un hijo; él prefería esperar. A él le volvía loco viajar al extranjero; ella prefería no salir de España. A ella le encantaba la playa; él huía del sol. Él era alto y fuerte; ella, un metro sesenta y delgada. Ella disfrutaba practicando nudismo; él era un pacato. A él le atraían casi todas las mujeres; a ella, ningún hombre excepto él. Ella era generosa; él, egoísta. Él fumaba; ella, no. Él bebía; ella, no. Ella comía frugalmente; él comía de forma exagerada. A él le gustaba comer fuera de casa; a ella, comer en casa. Él no reparaba en gastos; ella era ahorradora. Él necesitaba aclarar las cosas cuando discutían y llegar al fondo de la cuestión; ella, dejar el tema y no profundizar. Cuando él se enfadaba, hablaba sin parar; ella, en cambio, cuando se enfadaba, callaba. Él perdonaba pronto; ella tardaba mucho más. Ella era rubia; él, moreno. Él era celoso; ella, no. Él era ambicioso; ella, se conformaba con lo que tenían. Si por él fuera, cambiarían de coche cada año; a ella le daba absolutamente igual. Ella quería una casa en la playa; él, en la nieve. Él practicaba esquí; ella, hacía natación. Ella andaba mucho; él odiaba caminar. Él era previsible; ella, imprevisible. Él no sabía mentir; ella, sí. Él era débil; ella, fuerte. Él era más sensible que ella. A él le seducía la pereza; ella era diligente. A ella le gustaban los animales; él los odiaba. Ella tenía un perro; él nunca lo consideró suyo. Ella bailaba muy bien; él era un patoso.

Y, a pesar de todo, o quizá por eso, se amaban locamente.

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