Bienvenido a este mi cuaderno de bitácora

Querido visitante: gracias por pasar por aquí y leerme.
Aquí encontrarás ligeros divertimentos y algunas confidencias personales, pocas.
A mí me sirve de entretenimiento y si a ti también te distrae, ¡estupendo!.
Si, además, dejas un comentario... ¡miel sobre hojuelas! Un abrazo,
Guarismo.

domingo, 5 de febrero de 2012

249. La camisa, en 400 palabras (ciento setenta y una).

La camisa

—Creo que cometí un error. Metí tu camisa en la secadora.

—¡Joder! ¿Cómo se te ocurre?

—Creí que era un trapo blanco.

—¡Si es que no te fijas, haces todo a la carrera, no tienes cuidado!

—No es así, simplemente la confundí con un paño blanco. No tiene nada que ver con las prisas.

—No, es porque todo lo haces alocadamente. Eres un desastre.

—Bueno, lo que me queda es pedirte perdón… y comprarte una camisa si es que se ha estropeado.

—No, ni hablar.

—Pues si la he roto, bueno, si ha encogido, te compro una y no hay más que hablar.

—No, porque no la encuentras. Es de verano y estamos en invierno.

—Pues busco una parecida.

—No la hay. Fue una oportunidad y ya no se encuentra.

—Alguna habrá.

—Que no, no insistas.

—¿Y qué puedo hacer?

—Pues rezar para que no haya encogido.

—Pruébatela.

—No quiero.

—Entonces, ¿cómo sabes que ha encogido?

—Seguro que sí. No hay más que verla.

—Pues yo la veo y no noto nada.

—Porque no es tuya, es mía.

—Pues te la pruebas y salimos de dudas.

—No.

—¿Entonces?

—Lo sabré en verano.

—Pero te la has puesto hace poco, ¿no?, estaba en la lavadora.

—Sí, pero no me la pondré otra vez. Además, ahora me quedará pequeña.

—Y dale; si no te la pruebas no lo puedes afirmar así.

—Seguro que ha encogido.

—¿Por qué, para salir de dudas, no te la pruebas en lugar de discutir?

—Porque no me da la gana. Ya te lo he dicho antes.

—Bueno, pues te compraré una camisa.

—Ya te he dicho que no. Además, no la vas a encontrar.

—Quizá, pero a lo mejor sí.

—No. Es imposible.

—Pues una parecida.

—No la quiero, quiero ésa.

—Pruébatela.

—No.

—Bien, ¿y qué puedo hacer para arreglarlo?

—Nada.

—No entiendo. Vamos a ver: he metido la pata, te lo he confesado, te he pedido perdón, quiero compensarte… y tú me dices que no a todo.

—Sí.

—¿Quieres que me flagele?

—Si te apetece…

—No me das ninguna opción.

—Sí, que te flageles.

—Vale, pero eso no recupera la camisa.

—No, pero sufres.

—Vaya. Eso te gusta, ¿no? Bien, dame el látigo. Pero, antes, pruébate la camisa, no sea que me flagele en balde.

—No, no me la voy a probar.

—¿Tanto trabajo te cuesta?

—Sí. Es cuestión de orgullo.

—¿De orgullo?

—Sí.

No hay comentarios: