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domingo, 23 de octubre de 2011

236. La espera, en 400 palabras (ciento sesenta).

La espera

Muchas veces lo comentamos mi mujer y yo: nuestra vida es una espera. Una espera eterna... supongo que como la vida de todo el mundo. Todo el mundo está siempre esperando algo, imagino.

Pero nosotros tenemos una sensación de espera continua. Así ha sido y es nuestra vida.

Primero esperas a casarte (no cuento las esperas previas: ser “mayor”, acabar la carrera, tener coche, echarte novia…). Luego decides tener niños y esperas a que ella se quede embarazada. Luego esperas que el embarazo vaya bien; y cuando el embarazo, por desgracia, no prospera, de nuevo a esperar. Luego vuelta a intentarlo y a la espera... Mientras, mil pruebas, mil análisis, hasta que dan con la tecla correcta.

Luego esperas al hijo. Llega. Tiempo de calma. Vas por el segundo y vuelves a esperar. Llega (al final, todo llega), tiempo de calma.

Cambios de trabajo, tiempos de incertidumbre y de espera, sobre todo de espera.

Luego los estudios de los hijos. Esperas un año y otro y otro... paciencia, que pronto acabarán el bachiller (o como se llame ahora) y la selectividad. Luego, tienen que decidir qué van a estudiar, y esperas. Luego, la carrera… mucha, mucha paciencia. Ya la acabarán. Más espera. Acaban, ¡enhorabuena! A buscar trabajo. Esperas. ¡Lo consiguen, bien! Confías en que les vaya bien.

Se casan. Fijan las bodas. Estás deseando que lleguen (a mí, las bodas me horrorizan, aunque sean las de mis hijos, aunque a ilusión no me gana nadie y hasta me emocioné). Esperas. Parece que no llegan nunca. Luego llegan y pasan en un santiamén.

Situación incierta en la empresa. Esperas. Y esperas. Al final pactas y te vas a la calle. Y queda esperar a la jubilación… ¡joder, que es la última etapa! Y esperas, aunque con cierto miedo.

Llegarán nietos (supongo, es ley de vida), pero hay que esperar. Esperaremos por ellos y, luego, por su futuro. Se repite la historia de los hijos (aunque supongo que será diferente) y, por tanto, vuelta a esperar.

Cuando nos jubilemos los dos, haremos cosas que aún no hemos podido hacer. Esperaremos. Más espera, pero esta vez sin mucha prisa, que el tiempo corre y corre en contra nuestra. Ahora ya se trata de disfrutar, no de esperar. Ya no puedes esperar nada… o no debes. Mejor, no esperes. Porque lo que hay que esperar es mejor que no llegue. Aunque llegará.

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