Bienvenido a este mi cuaderno de bitácora

Querido visitante: gracias por pasar por aquí y leerme.
Aquí encontrarás ligeros divertimentos y algunas confidencias personales, pocas.
A mí me sirve de entretenimiento y si a ti también te distrae, ¡estupendo!.
Si, además, dejas un comentario... ¡miel sobre hojuelas! Un abrazo,
Guarismo.

sábado, 2 de abril de 2011

210. Conversación ajena, en 400 palabras (ciento cuarenta y tres).

(No soy aficionado a escuchar conversaciones ajenas. Normalmente no me interesan, me aburren y, además, mi oído no es suficientemente fino para oír a cierta distancia. Por otro lado, mi cabeza es incapaz de mantener la atención continuada a una conversación que no tiene nada que ver conmigo. Sin embargo, ninguna de estas condiciones se cumplía ante lo que estaba oyendo: estaba yo sentado en una cafetería tomándome mi sándwich, cuando una pareja se sienta en una mesa cercana; él tenía cara de mal humor, ella, ojeras y ojos llorosos. Esto es lo que oí:)


Conversación ajena


—No, no, así no podemos seguir, así que piénsatelo.

—Estoy de acuerdo: así no podemos seguir, pero la culpa no es sólo mía.

—No lo creo. Es tuya y sólo tuya. Yo no entiendo que nunca quieras hacerlo. O estás cansada, o te duele la cabeza, o es tarde, o es temprano, o llueve, o nieva... cualquier excusa es buena para ti.

—No me entiendes lo más mínimo: a mí me gusta hacerlo, pero de vez en cuando, cuando realmente vamos a disfrutar. Y lo hacemos. Lo que pasa es que a ti te apetece demasiado. Por ti, mañana, tarde y noche. Y si es ración doble, mejor. Y yo ese ritmo no lo aguanto.

—Es cierto que yo quiero más y más, pero tú no me das nada. Podrías esforzarte un poco, ¿no?

—Y tú podrías dominarte. Tu relación conmigo sólo se basa en eso. Y yo quiero otras cosas: cariño, atención, delicadeza, interés.

—Todo eso te lo doy. Pero lo desprecias porque únicamente piensas en lo mismo. Crees que todo lo que hago contigo va orientado a eso y lo malinterpretas.

—No me engañes. Es que todo lo que haces por mí tiene un único fin y tú lo sabes.

—No es cierto. Lo que pasa es que no me quieres entender.

—Es que, efectivamente, no te entiendo. No entiendo que tu único objetivo y tu única forma de estar bien conmigo sea ésa. Tengo la impresión de que no me quieres, no me respetas y de que soy sólo un medio para tus fines. Para eso lo dejamos y te buscas a otra. Así yo no te aguanto.

—Yo sí, yo te quiero y estoy dispuesto a ceder... si cedes tú. Podemos llegar a un acuerdo.

—¿Qué acuerdo? ¿Hacerlo cuando tú quieres?

—No, una vez cedo yo y otra tú. Parece justo, ¿no?

—O sea, que como tú quieres a todas horas, ¿lo hacemos a diario?

—Bueno..., no, me bastaría un día sí y otro no.

—¿Estás loco? Una vez a la semana y vas que chutas.

—Tres.

—Dos.

—Dos, los fines de semana y una, otro día.

—Una el fin de semana y otra cuando realmente me apetezca a mí.

—Y eso, ¿cuándo es? Que yo sepa, no te apetece nunca.

—Como siempre, estás confundido. No me das tiempo, siempre te me adelantas. Ten paciencia, por favor.

—Mira, mejor lo dejamos.

—Creo que sí.

No hay comentarios: