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domingo, 10 de octubre de 2010

185. Caos en la oficina, parte I, en 400 palabras (ciento veinte).

Caos en la oficina (parte I)

Gran día de trabajo, anteayer. Uno de esos que yo calificaría como insoportable, horrible, insufrible, desgraciado. O, mejor, de los que diría que nunca debieron existir. Pero los días existen todos, mientras vivas, sean buenos o malos, muy malos, muy buenos, anodinos o regulares. A mí me gustaría decir que esta semana ha tenido seis días: lunes, martes, miércoles, jueves, sábado y domingo; y saltarme el viernes. O que el mes ha tenido 29 días: 1, 2, 3,... 7, 9, 10, 11,... 30 y 31; y saltarme el 8. Mi mente hace tremendos esfuerzos por creerlo así, pero no tiene éxito o me traiciona: no puedo olvidar lo que pasó ese día, ese maldito día (vaya por delante que no ocurrió ninguna desgracia personal, ni quebró la empresa, ni me despidieron... no; fue simplemente un caos informático y la empresa es una de tantas del sector, por lo que se supone que somos expertos en la materia y nuestros técnicos, con una media superior a 15 años en este oficio —algún día explicaré por qué no profesión—, se supone que saben; hasta yo debería saber).

Primera hora: los servidores (los ordenadores que dan servicio a propios y a clientes) están parados; se fue la luz de madrugada y el SAI (sistema de alimentación ininterrumpida) agotó sus baterías. La luz ya había vuelto y los servidores habían arrancado, pero un fallo en la cabina de discos que contienen bases de datos impidió que el servicio se normalizara.

—No importa, los discos tienen copia espejo (en tiempo real) y sólo hay que cambiar el original por la copia y arrancamos como si no hubiera ocurrido nada —dice, ufano y muy seguro, el responsable de sistemas. Y hace el cambio. Y el disco nuevo, que era la copia, falla también.
—No es el disco, es la cabina —asevera.
—¿Y? —pregunto.
—Nada, hago un scan y se arregla.
—¡Hazlo!
Pasa un buen rato. Los teléfonos arden: “En unos minutos...”. “Sí, es cuestión de segundos...”. “No se preocupe, todo se recuperará....”. “No, no se altere, en seguida le damos servicio...”.
—¿Cuánto le queda al scan?
—No lo sé. Está corrigiendo muchos errores.
—¿Y si volcamos la copia de datos de anoche?
—Ya lo pensé, jefe, pero tengo una mala noticia: la copia no se hizo porque se fue la luz.
—Ya —intento no perder los nervios—... ¿y el scan?

(continuará)

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