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viernes, 10 de septiembre de 2010

181. Sobre el filo de la navaja, en 400 palabras (ciento dieciséis).

Sobre el filo de la navaja

Caminaba firme y decidido, paso a paso, pero con lentitud. No era para menos. A un lado tenía la montaña de su pasado; al otro, el precipicio de su futuro.

La montaña terminaba, a su paso, en una pared vertical con rocas puntiagudas, lascas afiladas, hendiduras profundas; era alta, muy alta, y muy pesada.

El precipicio era profundo y oscuro. Se perdía la vista a los pocos metros y a esa distancia no aparecía nada con claridad. Era un precipicio negro.

El camino, angosto y cuesta abajo, no era recto, sino que se presentaba en zigzag, y lleno de baches, montículos y cientos de obstáculos de diverso tipo. Tendía hacia el precipicio, al que nunca se llegaba aunque lo pareciera. Con seguridad, el camino era su presente, lleno de dificultades.

“Unos pasos más y llego”, se decía, “pero ¿adónde?”, se preguntaba mientras ponía un pie delante de otro. No quería mirar atrás por si se desequilibraba y caía al negro precipicio o se daba de bruces contra las protuberancias cortantes de la montaña.

De repente, lluvia. De pronto, viento. A veces, sol, a veces, nieve. Lo peor era el vendaval, que soplaba de tarde en tarde, cierto, pero que le hacía pararse y encogerse sobre sí mismo aplastado al camino para no caer al futuro ni chocar con el pasado. Prefería su presente, arduo y arriesgado, ante la incertidumbre de su futuro, negro. No quería volver al pasado, le pesaba demasiado.

Paso a paso, con frío, calor, lluvia, nieve y viento, alternativamente, con obstáculos de todo tipo, iba avanzando lentamente, manteniendo un equilibrio imposible, esforzándose hasta el límite para no tropezar, rozar la montaña o caer al abismo. Cuando el vendaval le obligaba a parar, a plegarse sobre sí mismo y a tumbarse en el camino, intentaba pensar. “Caerá el viento, cesará la lluvia, saldrá el sol, desaparecerán los obstáculos y el camino se ensanchará, estoy seguro...”, “es cuestión de unos pasos más...”, “no debo desesperar, la vida es así, he de superarlo”.

Un pie delante de otro, así. Las piernas entumecidas, los pies agrietados, el cuerpo maltrecho y la conciencia herida no le impiden continuar. Paso a paso, con tremendo esfuerzo, pero avanzando.

Fija la vista en el borroso horizonte de su presente y hacia allí se dirige, con paso tan firme como la situación le permite, con la decisión tomada. “Esto curte”.

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