Bienvenido a este mi cuaderno de bitácora

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domingo, 23 de mayo de 2010

165. 400 palabras, en 400 palabras (ciento siete).

400 palabras

Escribir en 400 palabras, creo que ya lo dije, se me ha convertido en una especie de obsesión insuperable. ¡Hasta los haikus que publico aquí lo hago contando las palabras y ajustándolos a cuatrocientas! No es fácil, por cierto. Cuarenta y tantos versos de cinco y siete sílabas y en 400 palabras. Más que haiukus parecen sudokus… Es divertido.

Mis 400 palabras se refieren pocas veces a hechos reales; la mayoría son ficticios e inventados sobre la marcha, como los diálogos, aunque no niego un cierto poso de verdad en algunas. Pero, en definitiva, es escribir por escribir, por puro placer, aunque sometido a una cierta disciplina. A veces, me atasco y no me sale ningún relato, ni en 400 ni en veinte palabras. Otras, con la mente y el papel —o la pantalla— en blanco, me pongo a ello, como ahora, y escribo. Escribo idioteces u obviedades, pero escribo. Hoy, por ejemplo, ya he escrito tres.

Como creo que también dije ya en otra entrada de esta bitácora, y en 400 palabras, faltaría más, mis 400 palabras tienen una ventaja. Se leen en noventa segundos, sesenta si corres o ciento veinte si te entretienes. Nunca en más. O sea, que hago perder muy pocos minutos, hasta dos como mucho, a mis lectores. Y eso me tranquiliza; sobre todo si lo que escribo es un bodrio. Lo bueno, si breve, dos veces bueno, ya es sabido; pero lo malo, si breve, mucho mejor.

Cierto que en 400 palabras poco se puede decir y hay temas que exigen más. Entonces condenso, tacho, elimino y lo reduzco a 400 palabras, aun dejándome cosas y ganas en el tintero —o en el teclado—. Claro que otras veces ya he escrito lo que quería y siento la obligación de alargarlo hasta las 400 palabras. Es siempre una situación delicada: ¿qué digo, si ya lo dije? —¿qué escribo si ya lo escribí?—, ¿cómo alargo esto si ya está escrito todo?, ¿qué historias invento ahora para cumplir con mi obsesión? Bueno, debe notarse lo que es paja, pero yo siempre pienso, refiriéndome a esto, que la estupidez humana no tiene límites y yo he de cumplir con la parte alícuota que me corresponde. Sé que me toca y he de aceptarlo. Por ejemplo, me quedan dieciséis palabras por escribir. Ahora sólo diez. Cuando escriba éstas me faltarán sólo tres. ¡Qué estupidez!, ¿no?

2 comentarios:

Ana Pedrero dijo...

Impresionante, Miguel. Siempre haces que sonría, eres un crack!!

Un beso de esta desaparecida.

Guarismo dijo...

Gracias, Berrendita. Tus piropos, aunque inmerecidos, los valoro especialmente. Me alegro de verte otra vez por aquí.

Un abrazo,

Miguel