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viernes, 19 de septiembre de 2008

71. La carretera, el camión y la rueda, en 400 palabras (cuarenta y seis).

(Verídico: ocurrió en diciembre de 2005, saliendo de Madrid camino de Cái; lo escribí entonces)

La carretera, el camión y la rueda

Tres y media de la tarde, más o menos. Día soleado en Madrid, aunque fresco. A4, dirección Cádiz, con la ilusión de un fin de semana largo en las playas de mi tierra. Vamos comentando mi mujer y yo las incidencias del día. Tráfico fluido. Delante de nuestro coche, un gran camión. Me perdí, hace unos meses, la desviación a la R4 cuando adelantaba a un camión que me tapó el cartel anunciador de la autopista (¡está tan bien señalizada…!). Más instintiva que conscientemente, decido no adelantar al gran camión que circulaba por delante; estaba ya a la altura del desvío, debí pensar. Cuando voy a cambiar al carril derecho para ponerme detrás del gran camión, veo, de repente, algo raro en una rueda: salta el tapacubos. Sin solución de continuidad, veo que la rueda, una rueda inmensa, se desprende del camión y bota en el centro del carril que mi coche estaba abandonando. Me la veo encima, aplastando mi coche; pero no, no fue así, afortunadamente. Tampoco me asusté, yo creo que no tuve tiempo; todo pasó en fracciones de segundo. Al botar la gran rueda, a unos escasos metros por delante, la llanta sale despedida. Sigo a una y a otra con rápidos movimientos de cabeza, supongo, y veo la gran rueda rodar (eso es lo suyo) hacia la izquierda y la llanta saltar sin control hacia la derecha. No sé qué teorema de la Física aplicar a este fenómeno, probablemente no lo hay. Compruebo con frialdad que la gran rueda queda apoyada en la mediana y la llanta en el arcén. El tapacubos no lo volví a ver. El camino queda expedito. El gran camión cede a su izquierda, pero el conductor, muy hábil, consigue enderezar la dirección y lo dirige hacia el arcén. Con alivio observo que la gran rueda desprendida es la del eje central de los tres ejes delanteros; si hubiera sido el primero de ellos el gran camión vuelca. Nuestro coche pasa sin problemas. Mi mujer, tan tranquila como yo (tampoco le dio tiempo a su miedo a manifestarse), observó toda la maniobra y me ayudó a aclarar algunos detalles que yo no tenía claros. “Vi todo con la boca abierta; no me lo podía creer”, me dijo. Lo comentamos y celebramos nuestra suerte. Probablemente, el pasado miércoles 7 de diciembre volvimos a nacer. Así fue.

2 comentarios:

Edmar dijo...

Flipando me hallo.
¿Es cierto lo de que vuelves a nacer, o no cambia tu vida ni un ápice?

Abrazos,
Edmar.

Guarismo dijo...

Edmar: tuve la seguridad de que nos libramos de un posible accidente que podía habernos matado, o casi. Pero te confieso que fue tan rápido que la sensación de "volver a nacer" no la sentí de inmediato. Durante el resto del viaje lo analizamos mi mujer y yo -nos ocupó gran parte del tiempo-, reconstruimos los hechos y nos felicitamos por estar vivos.

También debo decirte que esa sensación duró poco y no recuerdo que cambiara mi vida. Si acaso, relativizaba más las cosas molestas y pequeñas, pero por poco tiempo.