Bienvenido a este mi cuaderno de bitácora

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viernes, 29 de febrero de 2008

34. Cái, la mar de cerca, la mar de lejos; en 400 palabras (diecisiete).


Cái, la mar de cerca, la mar de lejos.

Hasta el 92, año de la “Expo”, yo tardaba a Cái una jartá de horas. Antes de adecentar el Paso de Despeñaperros, desde Madrid echaba doce, trece horas... o más. Claro que, entonces, estudiante y con mi Simca mil de quinta mano no es que pudiera correr mucho, no. Pero tampoco había oportunidad. Si pillabas un camión delante –raro era no estar detrás de alguno– tardabas la intemerata en adelantarlo... y, total, pa qué, que luego tenías que adelantar a otro y a otro y a otro más... hasta novecientos camiones adelanté en un viaje, que los conté (entonces daba tiempo).


Luego desdoblaron Despeñaperros y el viaje bajó a nueve o diez horas. Pasabas por Aranjuez, donde comprabas fresas, La Guardia, Puerto Lápice, Manzanares, Valdepeñas, Santa Cruz de Mudela, entre los cipreses que conducen al cementerio, hasta que le hicieron el túnel, Almuradiel, que señala en un bonito monumento el Museo de la Marina en Viso del Marqués, Santa Elena, donde comías, La Carolina, Guarromán, con su doble vía (¡albricias, se podía adelantar un camión al menos!), Bailén, donde comprabas cerámica, Andújar, El Carpio, Córdoba, La Carlota, Écija, con la caló, Sevilla, Dos Hermanas, Los Palacios, La Cabezas de San Juan, El Puerto de Santa María, Puerto Real, donde to er mundo era guardia, San Fernando... y llegabas, agotao, a Cái. Pasabas por el centro de todos y cada uno de los pueblos citados, salvo que mi memoria falle.

Y llegó el 92, año de la “Expo”. Autovía hasta Sevilla. Autopista hasta Puerto Real, donde to er mundo era guardia, que ya no, no es necesario. Bajé a las seis horas de un tirón. Se podía hacer en cinco, si corrías un poco, y hasta en cuatro y media.

Había entonces un cartel a mitad de camino que rezaba: “Cádiz, la mar de cerca”. Y era cierto, en su doble sentido.

Pero ahora no. Ya no se pasa por el centro de los pueblos, que tenía su encanto, pero tardo entre siete y ocho horas: la autovía no la han remozado desde que la parieron, dieciséis años van ya; tiene baches, muchos; curvas malas, muchas; limitación de velocidad, a mogollón, 120, 100, 90, 80, 60, 50... y radares, muchos radares. Y camiones... ya ni los cuento.


Cái, la mar de lejos. Aunque repose sobre la mar. ¡Qué pena! Y sin AVE.

© 2008, el autor de este blog.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues yo tambien viaje a Cádiz en aquellos tiempos y efectivamente el viaje era largo, muy largo, demasiado largo.
Era bonito, lleno de incidencias, tenías que parar "la mar" de veces, te comias bocadillos, tomabas café del termo que llevabas preparado y a veces incluso te dabas un bañito en la primera piscina que pillabas tanto era el calor que pasabas con la calefacción puesta ya que si no se calentaba el coche.
Total que ahora nos quejamos, vamos en cochazos, tenemos aire acondicionado y las cafeterias de las gasolineras son de lujo, están limpias y tomas un café u unas tostadas recientes que dan gloria.
En definitiva, somos unos quejicas.
Yo hasta firmaba por aquellos tiempos en los que te "jinchabas" a viajar pero te reías y cantabas y te entraban "bichos" por las ventanas. ja, ja, ja,

Anónimo dijo...

Y que me decis de los viajes al norte. Eso eran viajes. En invierno tenías que poner "caenas", cuando subias una cuesta casi te daban ganas de bajarte y empujar al "seiscientillos" para ayudarle, no podía con las cuestas. Y aquellos bocadillos de tortilla francesa en el bar costroso de la carretera, y aquellos baches rellenos de piedrecillas que se encargaban de poner los peones camineros. Que tiempos aquellos...

Guarismo dijo...

Efectivamente, anónimo 1, eran viajes más divertidos, llenos de humor y... de paciencia. Y al final se llegaba, ¿no? Aunque fuera sin parabrisas, o con las maletas desordenadas después de que se cayeran de la baca, o sudando como patos, como bien dices, porque había que poner la calefacción para que el coche no se calentara... a 40º en Córdoba, en Écija, en Sevilla...

¡Qué tiempos, anónimo 2, cuando íbamos seis en un seiscientos con los esquís asomando por la ventanilla!