Bienvenido a este mi cuaderno de bitácora

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Guarismo.

sábado, 15 de diciembre de 2007

18. El escritor y el viento, en 400 palabras (cinco).

Otro relato más de cuatrocientas palabras... Así y allí empecé mi novela "Viento de Levante".

El escritor y el viento

Papel blanco, y en blanco, pluma con tinta azul florida y una idea. La tarde, soleada aunque fresca, con esa brisa suave de Poniente que me trae el rumor de las olas desde la playa. De vez en cuando oigo, además, el piar de algún pajarillo que salta entre los pinos buscando su nido… o a su pareja. Sé que al atardecer, cuando el sol se oculte por esa preciosa curva sobre la mar, todos los pajarillos piarán al unísono, lamentando, quizás, que el sol les deje, temiendo, acaso, la oscuridad que llega. De repente, silencio. Ya no oigo las olas al romper sobre la arena ni pía ningún pajarillo. Cierro la pluma y me quedo quieto, escuchando. Silencio. Va a cambiar el viento. Es como si la Naturaleza se callara de golpe, cogiendo aire y quedándose quieta, sin atreverse a respirar siquiera, guardando en sus pulmones la última brisa fresca de Poniente. Silencio. Me levanto y me alejo de la casa para ver la veleta que culmina el tejado: está orientada al Este. Sí, saltará viento de Levante. La calma chicha que lo precede puede durar un rato todavía. El silencio lo rompe la alondra picuda que, allá a lo lejos, quizá reclama a su amado con voz de cuco, uúu, uúu, uúu… o que acaso se queja porque se le fue el Poniente.

Papel blanco, y en blanco, pluma con tinta azul florida y una idea. Quito el capuchón a la pluma y empiezo a escribir: “La puerta que daba al porche estaba mal cerrada. Por la rendija, el sol del atardecer dejaba pasar sus débiles rayos en aquel otoño que finalizaba. Clara, terminadas las tareas del día, se sentó en el sofá junto a la chimenea. El fuego la distraía y la relajaba,”. La relajaba, la relajaba, ¿y? La chimenea necesitaba leña, ¿se iba a levantar, o había echado leña suficiente antes de sentarse? ¿La encendió? ¿Hacía frío? ¿Qué son las tareas del día? Continúo escribiendo: “pero le daba pereza preparar la leña y...”. Y llegó el Levante, de pronto, como siempre, con una fuerte ráfaga que hizo rugir las copas de los pinos y las inclinó cuanto pudo hacia Poniente. Me arrebató de un golpe la hoja escrita con tinta azul florida y una idea y la elevó en un remolino. ¡Uf! Sentí cierto alivio y no me levanté a rescatarla.


© 2005, el autor de este blog

3 comentarios:

Donce dijo...

No hice comentario alguno, en su día, sobre la poesía (espero q no lo tomaras a mal), pero si me permites, hoy digo con certeza que la prosa sí es lo tuyo.
(Y con papel y pluma, como los buenos...!)

Guarismo dijo...

Gracias, Donce. Y si tienes que decirme que no te gustó, pues lo dices, ningún problema. Lo mismo que dices que te gusta mi prosa. Gracias, muchas gracias. Sabes que uno necesita la opinión de los demás. Uno es mal juez de sí mismo.

Cuando algún día leas Viento de Levante, Viento de Poniente o Viento Norte, que estoy terminando, seguro que me enviarás tu sincera critica... (sé que acabarás por leer mis novelas, pero aún no sé cuándo).

Un abrazo.

16 de diciembre de 2007 13:38

Ana Pedrero dijo...

...Pero al final siempre te levantas, y lo rescatas, y sigues escribiendo, y dejas que el viento de Levante te acaricie con su soplo cálido y revoltoso, con sus cosquillas de arena, con las olas picadas de este a oeste.... aiss, Miguel, aisss.... cómo es nuestro viento de Levante....

Un beso.